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Deuteronomio Lección 35 Capítulos 25 y 26

Deuteronomio

Lección 35 – Capítulos 25 y 26

La semana pasada terminamos nuestra discusión sobre Deuteronomio capítulo 25 con algunas leyes que giran en torno al principio de la justicia fundamental de Dios entre los unos y los otros. Esas leyes se dieron en el contexto de una esposa que intervino en una pelea que su marido estaba teniendo con otro hombre, y con el fin de ayudarle a ganar, ella agarró los genitales del oponente de su marido. Esto entró en una ley sobre no tener dos conjuntos diferentes de pesas y medidas, utilizados con la obvia intención de engañar a la gente.

Inmediatamente después de esas dos, está la ley que comenzaremos hoy discutiendo: la ley de Deuteronomio 25:17. Esta ley le dice a Israel que siempre recuerde que su archienemigo son los amalecitas y que cuando sea el momento correcto Israel debe acabar con esa nación inicua.

Vamos a volver a leer la pequeña sección de Deuteronomio 25 que habla de esta amonestación.

Volvamos a Leer DEUTERONOMIO 25:17 – hasta el final.

¿Quiénes son los amalecitas que Jehová quiere que Israel nunca olvide y que eventualmente destruya? Bueno, si no fuera por el Señor eligiendo ponerlos al frente y en el centro como el enemigo arquetípico de Israel, en realidad ellos eran un pueblo bastante poco notable del que poco se sabe. Génesis nos dice que la persona de Amalec era un nieto de Esaú (Esaú era el hermano gemelo del patriarca Jacob), que fue acosado por el hijo de Esaú, Elifaz. Por lo tanto, Amalec estaba relacionado con Israel y era un semita, pero debido a que no era hebreo esto quiere decir que automáticamente Amalec (y los amelecitas) eran gentiles. Aunque, el pueblo que Amalec engendró, se convirtió en una nación la cual era especialmente inicua ante los ojos de Dios. Si de hecho sostengo que se presentan en la Biblia como un tipo, un patrón, probablemente incluso como el epítome de un enemigo de Israel.

Observa en estos versículos que Dios dice que Israel nunca debe olvidar lo que Amalec les hizo; que Amalec atacó a Israel mientras luchaban por escapar de las garras de Faraón y viajar a la Tierra Prometida. Amalec no parecía tener ninguna razón racional para odiar y atacar a Israel, ya que Israel no les había hecho nada que esté registrado en la Biblia o en cualquier otra narrativa histórica conocida. Amalec los odiaba (hasta donde sabemos) simplemente porque existía. Ellos se comportaron como unos cobardes y sin honor ya que su método era atacar en la parte trasera de la columna de kilómetros de largo de los israelitas, donde los débiles y los ancianos luchaban por mantenerse con el paso.

En otras palabras, lo que hicieron fue fundamentalmente injusto; y como recordarán, la justicia fundamental fue el tema de los versos anteriores de este capítulo.

Pasaría mucho tiempo antes de que Dios finalmente ordene a Israel que llevase a cabo la aniquilación de la nación de Amalec.

Fue el rey Saúl, unos 250 años después de la época de Moisés, a quien Dios le dio la orden directa de atacar a Amalec y comenzar el proceso de deshacerlos del mundo.

Tomemos el tiempo para leer la historia del rey Saúl y su batalla con Amalec porque une un par de principios importantes que hemos discutido en el pasado.

LEER 1 SAM. 15

En pocas palabras, Dios le ordena al rey Saúl que mate a todos y todo lo relacionado con Amalec. Saúl convoca inmediatamente a varios miles de tropas; establecen una emboscada y en gran medida tienen éxito en sus esfuerzos.

Antes de que Israel ataque, sin embargo, tienen un pároli con algunas personas identificadas como los Ceneos y les advierten que abandonen la zona de lo contrario se convertirán en daños colaterales. Como era costumbre en las batallas de esa época, el rey de Amalec, Agag, fue capturado por Saúl y su vida no fue tomada. Los animales sanos que pertenecían a los amalecitas fueron tomados como botín de guerra por los israelitas. Este acto enfureció a Dios hasta tal punto que declaró abiertamente cuánto se arrepintió de haber hecho rey a Saúl sobre Israel.

El Profeta y ex juez Samuel (Sh’mu’el en hebreo) intervino y le dijo a Saúl que había desobedecido a Dios y que ahora pagaría el precio de perder la legitimidad de su trono por eso. Saúl argumentó que Samuel estaba equivocado; que había hecho lo que Jehová le pidió (aniquilar a los amalecitas), pero al final admite que ha pecado contra Dios (aunque en su mente era más un tecnicismo que algo significativo).

Samuel ordena que el rey Agag sea llevado a él, con lo cual ejecuta a Agag y lo corta en pedazos. Esta sería la última vez que Samuel vio a Saúl, el hombre que había ungido personalmente para ser el primer rey de Israel.

En el versículo 23 de este capítulo (15 de 1 Samuel), el Señor compara el pecado del rey Saúl con los pecados de la hechicería y la idolatría y dice que debido a que Saúl ha hecho este mal, Dios ahora rechaza a Saúl. Es importante recordar que de los pocos pecados y crímenes que automáticamente requieren la sentencia de muerte (lo que significa que no hay medios de expiación previstos en la Ley de Moisés) dos de ellos son la hechicería y la idolatría. Dios ha terminado con el rey Saúl y ahora se separará Él Mismo de Él; esta es la última sentencia de muerte.

Esto es lo que pasa: ¿qué hizo exactamente Saúl que fue tan atroz, para merecer un juicio tan duro? Esencialmente, la razón de la severidad de Jehová está envuelta en la respuesta a esta pregunta: ¿quién ordenó la guerra contra Amalec? Respuesta: Jehová. Por lo tanto, esto constituye la Guerra Santa formal ordenada por Dios. Sólo lo divino puede ordenar la Guerra Santa. Los hombres que participan en la batalla en el nombre de Dios (como en las Cruzadas) NO están involucrados en la Guerra Santa a pesar de sus afirmaciones. Cuando luchamos en una guerra que Dios no ha ordenado directa e inequívocamente, bien puede ser lo necesario y lo correcto y que Dios puede incluso estar de nuestro lado (por así decirlo); pero esa NO es la definición de La Guerra Santa.

NO ha habido Guerras Sagradas desde el cierre de las Escrituras (al menos hasta donde sabemos). No habrá Guerras Sagradas hasta que el Mesías vuelva a dirigir la próxima Guerra Santa que normalmente apodamos como la Batalla de Armagedón. El hecho de que el Señor haya ayudado a Israel a veces en sus varias guerras desde que regresó a la Tierra Santa no significa necesariamente que Israel estuviera peleando una Guerra Santa. Nuestra lucha actual para defendernos del islam, al igual que la lucha de Israel para defender a su nación, mientras que completamente justificada NO es la verdadera Guerra Santa. Espero que puedas ver esto y lo puedas aceptar.

En la Guerra Santa entra en juego la Ley de Herem por la que el botín de la guerra pertenece exclusivamente al Señor, no a los hombres que participaron en la batalla. Puesto que Dios es Espíritu no necesita ni el ganado capturado ni los esclavos humanos ni el oro y la plata ni las ciudades del enemigo. Por lo tanto, de acuerdo con las reglas de la Guerra Santa (que estudiamos en profundidad algún tiempo atrás) todos los botines de la Guerra Santa deben ser entregados a Dios a menos que Él especifique lo contrario, algunas excepciones caso por caso. Estos despojos son por su propia naturaleza propiedad santa de Dios.

Bajo circunstancias normales (como la ofrenda de sacrificios levíticos regulares), los objetos designados como propiedad sagrada de Dios se pasan al sacerdocio para su disposición y la mayoría de las cosas (granos, frutas, vino, carne) se dividen entre los sacerdotes y los obreros levitas como sus medios de sustento autorizados por Dios (una porción sustancialmente más pequeña de las plantas y los animales se queman en el Altar del Holocausto). Pero en la Guerra Santa los objetos generalmente no son entregados a los sacerdotes para su distribución y uso. Más bien el botín de la Guerra Santa debe ser destruido y / o quemado; son devueltos a sus elementos como una forma simbólica de dárselos a Jehová. Esto también (tan difícil como es de tomar) va para las personas capturadas. Dios ordena lo que se debe hacer con ellos. En algunos casos los hombres deben ser ejecutados y las mujeres y los niños se salvan y se añaden a Israel como siervos (e invariablemente después de unas pocas generaciones finalmente asimilados como ciudadanos). En otras ocasiones (como con Amalec) TODAS las personas deben ser ejecutadas: hombres, mujeres, niños, bebés.

El rey Saúl siendo el rey débil y egoísta que era, no prestó atención a las leyes de la Guerra Santa. Decidió que haría las cosas un poco a la manera de Dios y un poco a su manera. Así que, aunque siguió las órdenes de Dios de atacar a Amalec (y parece que a partir de ese momento Amalec no era un problema particularmente amenazante para Israel y Saúl), y Saúl si ejecutó a todo el pueblo, él NO mató al rey de Amalec. Además, también tomó por sí mismo (y permitió que algunos de los israelitas tomaran por sí mismos) parte del botín de la guerra. Esto fue una afrenta directa sobre la santidad de Dios como el rey Saúl y los israelitas habían tomado para sí mismos la Santa Propiedad de Dios.

La afrenta era tan seria que el profeta de Dios, Samuel, se separó total y permanentemente del rey Saúl. Esto era completamente apropiado ya que, que uso tenía un Profeta de Dios en dar la Palabra de Dios a un hombre que ahora está separado (karet, cortado) de Dios?

Antes de volver a Deuteronomio me gustaría mencionar un par de cosas más. A menudo en la Biblia veremos declaraciones que usan la palabra “todos”. O veremos declaraciones que parecen indicar el final o la inclusión completa (o la exclusión completa para el caso).

Casi siempre son declaraciones generales. Sería como si nos estafaran en una esquema financiera y nos lamentamos que hayamos perdido “todo nuestro dinero”. Si bien podemos estar terriblemente lastimados y, de hecho, nuestra riqueza haya disminuido considerablemente, no hemos perdido el 100% de nuestro dinero para no volver jamas a tener dinero. Así que en nuestra historia de los amalecitas donde Saúl dice que “destruyó completamente al pueblo (los amalecitas)”, eso no significa de ninguna manera que hasta el último amalecita fue asesinado.

De hecho, cayó ante el rey David el volver a tratar con los amalecitas y él los destruyó hasta que no quedaba casi nada. Siglos más tarde, el rey Ezequías ordenaría 500 hombres de la tribu de Simeón que fueran al monte Seir (en el territorio de Edom) para erradicar final y permanentemente el remanente de Amalec.

La razón por la que hice todo lo posible para hablar de Amalec es por lo que te dije al principio: Amalec era ciertamente real, y las historias de ellos verdaderas, pero también representan un tipo. Y el tipo que Amalec representa no sólo pertenece a los tiempos bíblicos.

Cuando desempolvamos los libros de historia y miramos más de cerca, vemos que Amalec también es simbólico del espíritu del Anticristo y de Satanás. Satanás, el gran Maligno, el enemigo supremo de Israel y de la humanidad y de Dios. Si quieres entender cuál es la actitud de Dios hacia Satanás, y cuál es nuestra actitud hacia Satanás y sus seguidores, entonces estudia las historias de Amalec. Dios está en el proceso de erradicación total de Satanás, sus seguidores y todo lo que Satanás posee. Y lo hará en el modelo de Su genocidio sobre Amalec.

Recordemos algo que discutimos hace unas semanas. Existe esta noción (una falsa noción) entre la Iglesia moderna de que Jesús ha revisado el rostro y el carácter de Dios, lejos de este Dios del AT que juzgará y destruirá a Sus enemigos para el Dios del NT que ignora el pecado y no le haría daño ni a una mosca (tan grande es Su misericordia y tanto que ama a todos y a todo). El concepto es que Jehová ha abandonado Sus atributos de ira y justicia, y ahora es 100% todo amor que olvida. Él es la deidad pacifista definitiva que existe sólo para nuestro beneficio. Su nuevo lema es: no hay daño, no hay falta.

Y uno de los principales dichos de Yeshua que se utiliza para defender esta posición moderna es que debemos amar a nuestros enemigos y no odiarlos. Acepto esta instrucción completamente, pero entiendan: hay una diferencia entre el día y la noche entre amar a NUESTROS enemigos, y el amar los enemigos de DIOS. Así como existe una guerra humana justificable y racional contra la Guerra Santa ordenada por Dios, no necesariamente hay una conexión entre nuestros enemigos personales (personas que nos han hecho daño o nos han ofendido como nuestros prójimos) frente a aquellos a quienes Dios ha declarado como Su eterno enemigo (enemigos del Reino de Dios).

De hecho, debemos amar y no odiar a esa persona que tal vez nos ha defraudado, o calumniado, o tal vez incluso tratado de matarnos; cristiano o no. Pero no debemos amar y aceptar a aquellos a quienes Dios ha identificado explícitamente como marcados para la destrucción porque son Sus enemigos eternos que se oponen a Su Reino. Amalec era uno de los enemigos de Dios; Satanás y sus seguidores son otro.

Observen cómo la instrucción de Deuteronomio 25:17 es “recordar” en todo momento lo que Amalec le hizo a Israel, y cómo Dios los odia (lo que significa que Dios los rechaza), y cómo Su plan es usar a Israel como Su instrumento divino de destrucción final sobre Amalec. Los creyentes modernos del Dios de Israel igualmente deben “recordar a Amalec” …la nación y el pueblo de Satanás…… y estar preparados para la Guerra Santa en contra de ellos. La Guerra Santa no está lejos y será mejor que estemos bien preparados para la misma; la misma comenzará cuando Dios envíe al Mesías Yeshua de vuelta para ser el líder guerrero divino contra Satanás y sus seguidores. Pero hace tiempo atrás la preparación para Israel fue lanzas, arcos y espadas, para nosotros es la confianza en Yeshua como nuestro Salvador y en la Palabra de Dios como la voluntad de Dios para los hombres.

Observen también que, si bien Israel debía estar lo más separado posible de Amalec, y no debía tener nada que ver con Amalec, y debía defenderse en todo momento de Amalec, que una Guerra Santa en contra de Amalec no debía ser llevada a cabo en cualquier momento en que Israel quisiera. Si Israel de repente tenía algún fervor religioso, los líderes debían reunirse y decidir que AHORA eran lo suficientemente fuertes como para atacar a Amalec, esto no era la Guerra Santa.

Vamos a continuar con Deuteronomio capítulo 26.

Antes de leer el capítulo 26, me gustaría presentarlo diciendo que comienza una sección de 4 capítulos que gira en torno a las bendiciones y maldiciones contenidas en la Ley de Moisés. Terminamos el capítulo 25, donde el tema era esencialmente la justicia fundamental, y en esta sección de 4 capítulos de Deuteronomio que comienza con el capítulo 26, el tema de la “verdadera religión” se resumirá brevemente y se darán ejemplos. Al final de la sección se habla la amonestación a menudo olvidada de Dios que “este mandamiento que hoy os mando no es demasiado difícil para ustedes”. Y todos debemos grabar esta declaración divina en nuestra memoria porque con demasiada frecuencia la razón incorrecta dada para la entrega del Nuevo Pacto es que la Ley era demasiada difícil de seguir.

También hay una advertencia de futuros desastres para Israel si no siguen los términos del convenio de Moisés, y veremos algunas ceremonias de renovación del convenio para asegurar que la gente entienda que el Pacto Mosaico permanece para siempre; el mismo no terminó con su entrada en la Tierra Prometida.

Pero hay un aspecto más de esta sección que también es verdaderamente fascinante, y se afirma en las palabras del capítulo al que llegaremos en unas semanas: el capítulo 29 versículo 28. Ese aspecto está en forma de acertijo, un misterio, sobre el deber de Israel de observar la Torá: “Las cosas secretas pertenecen a YHWH nuestro Dios y las cosas reveladas a nosotros y a todos nuestros hijos para siempre; nosotros debemos CUMPLIR todas las palabras de esta Torá”.

No puedo hacer nada mejor que citar al eminente erudito C.J. Labuschagne en este respecto: “El significado claro del texto de Deuteronomio se refiere a su contexto inmediato, que habla de un desastre nacional para Israel como consecuencia de la desobediencia a las órdenes de YHWH. Pero, al mismo tiempo, esas palabras tienen otro mensaje.

Las cosas ocultas, el conocimiento esotérico con respecto al texto escrito de la Ley, las estructuras numéricas sagradas, todas estas son para el beneficio sagrado de Dios, para Su gloria. Pero… el texto de la Ley en su lenguaje directo y claro es en beneficio de la gente. Lo que tenemos es un mensaje codificado para la gente común, los no iniciados, que no conocen las complejidades ocultas del texto, para que así obedezcan la ley en su sentido claro”.

Como pueden ver, el contenido de la verdad revelada (esa parte de la Torá que todos los hombres pueden entender sin ser eruditos) es lo que está escrito como parte del Sermón de Moisés y contenido dentro de ese núcleo central de la Ley; son esas leyes y órdenes que se nos presentan en lenguaje sencillo en los capítulos 12-26 de Deuteronomio. Pero lo que encontramos en los capítulos 26–30 comienza a adentrarse en el reino de los misterios más profundos que sólo aquellos que conocen y aman y buscan diligentemente al Dios de Israel pueden incluso comenzar a comprender.

Vamos a leer Deuteronomio capítulo 26.

LEER DEUTERONOMIO CAPÍTULO 26

Una de las revelaciones más interesantes de este capítulo es que aquí y solo aquí en toda la Torá, encontramos algunas declaraciones prescritas con precisión que cada adorador laico debe recitar mientras hacen los rituales de llevar sus primicias al Tabernáculo. En esencia, estas declaraciones están diseñadas por Dios “forma de orar” para los israelitas comunes y corrientes. En ese sentido, esta oración es muy similar en naturaleza a la oración del Señor del Nuevo Testamento. Mientras que los sacerdotes a menudo tienen “forma de oraciones” como parte de su liturgia ritual, nosotros realmente no encontramos mucho en la manera de “formas de oraciones” en la Biblia que están diseñadas para que la persona promedio hable.

Esta ley sobre llevar las primicias al Tabernáculo (y más tarde al Templo) no se pudo llevar a cabo en el desierto. Era una cuestión práctica; sólo después de que los israelitas habían conquistado y establecido en la Tierra de Canaán se podía observar cuando las tribus tuvieran campos y huertos para cosechar.

Es interesante para mí que una de las instrucciones para el agricultor hebreo es que debe colocar la porción de su cosecha que traerá para presentar a Dios en una cesta. Eso parece un detalle muy trivial hasta que nos damos cuenta de que, hasta este punto en la historia de Israel, donde ahora estamos en Deuteronomio, Israel sabe poco de la agricultura. Eran históricamente un pueblo de pastores; criaban animales. En Egipto, algunos probablemente se dedicaban a la agricultura, pero la mayor parte eran pastores y obreros de la construcción. Por lo tanto, mientras que las ceremonias de las primicias eran conocidas por algunas culturas de Oriente Medio, probablemente no eran conocidas por los israelitas. Se le tuvieron que dar detalles a estos futuros agricultores.

Hasta ahora nuestros estudios ya nos han presentado las 2 llamadas ceremonias Primeros Frutos; que en hebreo se llama Bikkurim (en asociación con las fiestas de primavera de Pascua y Pan Sin levadura), y luego otra fiesta de verano de Primeros Frutos que se llama Shavuot (los cristianos lo llaman Pentecostés). En realidad, hay una 3ra celebración de “primicias” que se lleva a cabo en conjunto con el festival de la temporada de otoño llamado Sukkot, o la fiesta de los tabernáculos.

Este último es más conocido técnicamente como el “encuentro final”, lo que significa que es el final de la temporada de la cosecha y la cercanía del invierno.

Cada uno de estos 3 festivales que trataban con las primicias estaba relacionado con las fiestas de peregrinación. De las 7 Fiestas Bíblicas, 3 de ellas requerían que cada adorador (generalmente significaba los varones) viajara a la ubicación del Tabernáculo con su ofrenda de primicias. Ese es el significado de la declaración del versículo 2 que termina con las palabras “…..y ve al lugar donde el Señor tu Dios elegirá para establecer Su nombre.” Ese lugar se movería un par de veces después de que Israel conquistara por primera vez a Canaán (con Shiloh siendo el lugar más permanente para la tienda), y con el tiempo Israel establecería varios sitios de competencia, y eventualmente para el tiempo de David (y luego Salomón) se convertiría en Jerusalén donde finalmente se construyó el Templo.

En cada uno de estos viajes 3 veces al año al Tabernáculo, el adorador debe entregar su cesta de productos al sacerdote que oficiará y llevará a cabo la ceremonia. Al entregar su sacrificio de primicias al sacerdote, el laico debe declarar lo siguiente: “Reconozco que este día, ante el Señor vuestro Dios, que yo he entrado en la tierra que el Señor juró a nuestros padres para asignarnos a nosotros.”

El significado de esa declaración es sencillo, pero también monumental: es el cumplimiento del Pacto Abrahámico. Se ha dado la tierra que Dios prometió a Abraham, Isaac y Jacob hace tanto tiempo; se ha terminado. No era otra tierra, era ESTA tierra. No sucedería en otro momento, fue AHORA. La conexión con la entrega de las primicias del campo es que sin la tierra que ahora poseen no habría primicias que dar. Iglesia, escúchame: me apena el corazón oír a tantos líderes de denominaciones preguntarse por qué es que los judíos necesariamente tienen que estar de vuelta en Israel; y esto es un problema porque la presencia judía allí supuestamente ha desplazado a los palestinos. Si bien este no es el único lugar en la Biblia que afirma inequívocamente que Dios TENÍA LA INTENCIÓN de dar a Canaán exclusivamente a Israel, este acontecimiento realmente ocurrió e incluso Dios exigió a los israelitas que reconocieran ese hecho en esta declaración de oración.

Cabe destacar que la declaración es que “yo” he entrado en la tierra de Canaán. Eso podría haber parecido más apropiado de una declaración para la primera generación de israelitas, aquellos que lucharon al lado de Josué. Pero el Señor tiene la intención de que CADA generación de hebreo se identifique con la tierra como si fuera el primero allí. La Mishnah afirma con respecto a las celebraciones de la Pascua que, “en cada generación uno debe verse a sí mismo como si él personalmente saliera de Egipto”. Esta es la base de este principio.

Con esto concluye la primera parte de la ceremonia de Primicia. A continuación, después de que el sacerdote haya tomado la canasta y la ponga delante del Altar, el agricultor hebreo hará otra declaración al Señor. Y lo que lo hace interesante es que esencialmente es un breve repaso de la historia de Israel. El adorador reconoce una serie de cosas en esta segunda declaración de oración:

  1. Israel comenzó como nada especial (“mi padre era un nómada de Aram”). El significado preciso de esto se ha regateado a lo largo de un poco, pero el concepto subyacente es bastante simple.
  2. Abraham, Isaac y Jacob se identificaron más con la patria de su antepasado Taré (el padre de Abraham) que el lugar donde vagaban (Canaán) antes de trasladarse a Egipto. Uno de los nombres de la región de donde Abraham vino es “Aram junto al río”. Así que esto es bastante correcto para identificar que los Patriarcas son Aram-eos. Algunas versiones bíblicas traducirán esto como “un fugitivo de Siria” porque Damasco, Siria finalmente se convirtió en el bastión para los arameos…pero no fue hasta mucho después de la época de los patriarcas. Dicho esto, la cosa es que cada israelita declara su asociación con los patriarcas que eran originarios de Aram. 2. Luego se reconoce que, al ser muy pequeño en número, el clan de Jacob (de ninguna manera lo suficientemente grande como para ser visto como un “pueblo” o como una “nación”) fue en Egipto donde se convirtieron en una gran nación. 3. Ahora se indica la condición de su estancia en Egipto; la misma fue bajo una dura opresión que existían. 4. Fue a partir de esta condición de trabajo duro y esclavitud que el Señor rescató a Israel y lo hizo de una manera milagrosa y sobrenatural. 5. Dios movió a Israel de un lugar donde no tenían tierra y sin esperanza a la tierra que había reservado para Su pueblo, como se lo prometió a los patriarcas, donde poseerían tierras, y la tierra produciría abundantemente para ellos 6. Y como es Dios quien posee todas las cosas, ya que creó todas las cosas, es lógico que las cosas que crecen en la tierra de la Tierra Prometida sean vistas como propiedad de Dios. Así que una porción de lo que crece…lo primero y lo mejor…… se ofrece a Jehová en acción de gracias.

Oculto en todo esto es que Israel niega la afirmación de los cananeos de que Ba’al es el dios gobernante sobre la tierra. Es Jehová el supremo; él está detrás de todas las maravillas que le han sucedido a Israel.

Otra nota interesante es que bíblicamente e históricamente (hasta el día de hoy), los judíos ven las cosas en el contexto de la nación y el pueblo de los judíos, colectivamente, en lugar de como individuos. Las Escrituras muestran esta visión de la identificación colectiva como más importante que la individualidad. Por lo tanto, los sacerdotes realizan los rituales en nombre de Israel, y las Fiestas son para Israel corporativamente. Sólo hay unos pocos lugares en la Torá donde se resalta al individuo, y es este particular el que me llama la atención, porque se trata de la redención. Cada israelita debe reconocer su propia identificación con el Dios de Israel, y la redención que Jehová le ha dado como individuo. Las ceremonias de las primicias son bastante personales en tono y propósito.

La ceremonia concluye con una fiesta alegre. Se requiere una comida festiva que se coma cerca de la entrada al santuario al adorador. Y como los levitas estaban ocupados atendiendo asuntos del Tabernáculo, generalmente no eran capaces de cultivar; así, los levitas debían ser invitados a compartir la comida festiva proporcionada por los cientos de miles de fieles que venían a celebrar. Incluso los extranjeros deben ser invitados a participar porque ayuda a Israel a recordar la incómoda circunstancia de ser extranjero en una tierra que no es la suya. Por lo tanto, deben tener misericordia y compasión por los extranjeros, porque el Señor lo hace.

Terminaremos aquí hoy y comenzaremos de nuevo en el versículo 12 de la próxima semana.