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Deuteronomio Lección 25 Capítulo 20

Deuteronomio

Lección 25 – Capítulo 20

Comenzamos Deuteronomio capítulo 20 la semana pasada, pero terminamos en el versículo 9. La lección de esta noche es una de las más difíciles porque el tema más dominante es la Guerra Santa y espero que entiendan que la Guerra Santa es una guerra iniciada por Dios por orden directa y es supervisada y FINALIZADA por Dios por Su orden directa. La lucha de las innumerables otras guerras durante nuestras vidas y los milenios anteriores a nuestra era, puede haber tenido buenas y justas causas y muchas fueron combatidas usando el santo nombre de Dios como un supuesto pretexto. Pero como hemos discutido en numerosas ocasiones, el hombre no tiene autoridad para declarar nada como “santo” sin importar cuán “divino” o justo pensemos que es.

El Señor tiene el derecho exclusivo de declarar lo que es santo y lo que es común o inmundo. Que esté claro que muchas guerras se libran en nombre de la religión, pero eso no es una guerra santa. Por lo tanto, hay reglas especiales que se aplican a la Guerra Santa y que está en el corazón de lo que estamos estudiando hoy.

Puede que no lo parezca a primera vista, pero las palabras del capítulo 20 (especialmente los versículos 10 hasta el final que estamos a punto de encontrar) tienen efectos de largo alcance. Hay libros enteros que han sido escrito en solo estos 11 versículos, su impacto es uno muy profundo para la comprensión del libro de Josué en particular y también casi toda la historia registrada y no registrada de Israel en la Tierra Prometida.

Recientemente se presenta un nuevo reino de entendimiento teológico basado en los protocolos ordenados por Dios de la Guerra Santa. Y este reino es lo que se ha llegado a llamar “guerra espiritual”, de los cuales se han escrito muchos libros (algunos buenos, algunos tan fantasiosos y llenos de brujería que pueden ser peligrosos). Aunque la guerra parece ser un esfuerzo estrictamente humano (el resultado de enormes fracasos humanos, en realidad) en la Biblia nosotros incluso leemos de la guerra en el cielo. Por lo tanto, no cabe duda de que la guerra entre los hombres (al menos la guerra santa) tiene un componente espiritual definido y discernible; y, de hecho, además de la guerra humana, también hay una especie de guerra en el mundo espiritual que se LIMITA al mundo de los espíritus. Pero el tema de la guerra espiritual como se discute en nuestra era moderna se encuentra en algún lugar entre estos dos extremos; la guerra espiritual es una extraña mezcla entre lo humano y lo espiritual.

Mientras que en la Guerra Santa para conquistar Canaán nosotros vemos hombres luchando contra hombres, tras bastidores Jehová estaba operando y orquestando de tal manera que el resultado estaba predeterminado; por lo que a veces cosas sobrenaturales ocurrieron para así asegurar la victoria para Israel (como cuando los muros de Jericó cayeron). Estrictamente hablando esto no era una guerra espiritual; más bien la guerra espiritual que algunos en la iglesia moderna están reconociendo ahora como algo que aparentemente está destinado a nuestra era a experimentar, es sobre los seres humanos de carne y sangre (Creyentes en Mesías) entrando en confrontación directa con seres espirituales malignos.

Ahora bien, no sé si hablaremos en detalle alguna vez sobre la guerra espiritual en la clase de la Torá; si el Señor lo dirige, ciertamente lo haremos.

Sólo traigo esto a colación porque la forma en que la guerra espiritual debe ser procesada se basa principalmente en lo que estamos a punto de estudiar. En otras palabras, el concepto de la guerra como paradigma que Dios utiliza para lograr Su objetivo final de “paz en la tierra y buena voluntad entre todos los hombres” comienza aquí en Deuteronomio, donde el tema es la Guerra Santa.

A lo largo de la Biblia encontramos reyes, profetas e incluso escritores del Nuevo Testamento que usan metáforas e ilustraciones de la guerra para ayudar a explicar lo que Dios está haciendo, lo que Israel debe hacer en respuesta, y cuál es la misión de Cristo y, por lo tanto, cuáles son nuestros deberes como Sus seguidores. Pablo en Efesios y Corintios utilizó metáforas de la guerra para motivar a los seguidores de Yeshua a vivir y a obedecer la Palabra de Dios: “…….ponerse toda la armadura de Dios…..usar el casco de la Salvación…….con la espada del Espíritu……… ser compañeros soldados con Cristo nuestro líder guerrero en una batalla contra el mal……”

La guerra iba a ser la forma en que el Señor trajo a toda la humanidad bajo sumisión a Él, pero no necesariamente guerra como el hombre piensa de la misma, ni practicada como el hombre la practica hoy en día. La guerra SANTA es una confrontación contra el mal que ha sido autorizada por Dios y todas las demás guerras no son guerra santa. La mayoría de las guerras que vemos en la Biblia representan guerras no autorizadas. Esas guerras tenían que ver con las agendas de los hombres y su desinterés por seguir las leyes y los mandamientos de Dios en Espíritu y en verdad.

J. Maxwell dijo esto sobre la guerra con el fin de ayudarnos a entender que, si bien la guerra santa era en realidad un instrumento de traer la política divina, la guerra misma (guerra común según lo determinado por los hombres) NO lleva consigo el sello de la aprobación de Dios: “Incluso en el AT, a David se le niega el privilegio de construir el Templo porque sus manos están manchadas de sangre. Una de las características del próximo Reino Mesiánico es la abolición de la guerra. El que nuestra sociedad hoy en día todavía recurra a la guerra, no demuestra nada excepto que los hombres son terriblemente resistentes a la gracia de Dios…”

Las guerras de conquista del rey David no eran necesariamente guerras sagradas. Y cuando eran Guerras Sagradas hasta cierto punto, el NO siempre las procesó dentro de los estrictos límites de las leyes de Dios concernientes a la Guerra Santa. Un Guerrero Santo haciendo cosas a la manera de Dios no tiene que vivir con la culpa de la sangre sobre su cabeza; David llevo la culpa de la sangre por la única razón que muchas de sus decisiones eran carnales y egoístas en su naturaleza y la sangre que derramaba era a veces por razones personales y gloria; y pagó un precio muy alto por esto.

El que el Reino Mesiánico (el reinado de 1000 años del Mesías) no padecerá ninguna guerra es cierto. Sin embargo (como es la ironía que ya he dicho antes) es la batalla en Armagedón, la guerra para poner fin a todas las guerras, que nos impulsará a la era en la que no habrá más guerra. ¿Por qué? Porque esto es La Guerra Santa, y Yeshua la llevará a cabo como Josué debió haberlo hecho; todos los enemigos de Dios serán llevados a la destrucción y así (al menos por un tiempo) la iniquidad en la tierra dejará de existir.

Permítanme darles algo para pensar en otro tema difícil y controversial y luego leeremos el resto de Deuteronomio 20: el sábado pasado por la noche discutimos el propósito, la intención y el contexto para el principio de la Torá de “ojo por ojo, diente por diente”. Y dije que este era un principio destinado a ser utilizado como base para el sistema de justicia civil y penal de Dios; no era un principio de vida para ser utilizado en las relaciones personales. Tenemos una tendencia en el mundo del judeo-cristianismo a mezclar esas instrucciones divinas destinadas a su uso en el contexto jurídico con las utilizadas dentro de las relaciones interpersonales. Y mencioné que el Mesías habló extensamente sobre la diferencia entre las dos.

Dado que la guerra santa implica mucha destrucción de animales, propiedades y vida humana, entonces aquí hay otro principio de la Torá que debe ser llevado de nuevo al contexto adecuado. Las reglas de compromiso de la Guerra Santa demuestran intolerancia absoluta y falta de misericordia hacia aquellos a quienes el Señor ha marcado para la destrucción. Entonces, ¿cómo cuadramos ese principio de Dios con una de las amonestaciones más famosas de Cristo de “amar a tus enemigos”?

Les diré inmediatamente que una respuesta común a ese dilema es la siguiente: el dios del AT es diferente al dios del nuevo. El dios, cuya naturaleza nunca cambia, cambió.

Busque en sus Biblias a Mateo 5:38.

LEER MATEO 5:38 hasta el final

Fíjate con mucho cuidado el contexto en el que Yeshua pronunció Sus palabras para “amar a tus enemigos”. Se dice en el contexto de estar sobre y en contra de ” ojo por ojo, y diente por diente” porque ojo por ojo era todo acerca de la proporcionalidad adecuada en el sistema de justicia legal. Cuando Jesús habló de amar a sus enemigos, NO se trataba de la reversión del aspecto legal del sistema de justicia de Dios, sino de las relaciones personales. “Tus enemigos” son esos conocidos o parientes o cualquier persona que tenga algo en tu contra (por una buena razón o no); no se refiere a un ladrón que podría venir y cometer el delito de robo en tu contra. Tus enemigos (en este contexto) también se refieren a aquellos que tienen autoridad sobre ti, o a alguien que podría estar cerca de ti que te trata injustamente, te insulta, te ofende y hiere tus sentimientos; esto no se refiere a alguien que tomó un cuchillo y mató a tu hijo en un acto de violencia. Ser abofeteado en la mejilla y tu poner la otra tiene que ver todo con ser injustamente reprendido o tratado injustamente y tu negarte a vengarte y hacer lo mismo de vuelta. Abofetear a alguien en la mejilla era un modismo hebreo por humillar a alguien; no se trata de asalto y agresión. En el Oriente Medio humillar a alguien era la causa para que ellos perdieran la cara, por lo que era habitual esa venganza (incluso hasta el punto de las disputas de sangre y el asesinato). Así que no se trata de la comisión de un crimen como mover un marcador de límites con la esperanza de robar tierra. En un caso hay un sistema de justicia establecido para hacer frente a esas violaciones civiles y penales en contra de ti, y en la otra (ama a tus enemigos) estos son asuntos personales que se le deja a USTED para que los trate a un a nivel personal.

Como puedes ver hay un enorme abismo entre los enemigos de Dios, y NUESTROS enemigos. Cristo nos dice que amemos a NUESTROS enemigos; NUNCA nos dice que amemos a los enemigos de Dios.

Para nosotros amar a los enemigos de Dios es disolver cualquier unión con Dios. Nunca debemos aceptar lo que Dios rechaza. ¿Cómo podemos amar lo que Dios odia y luego llamarle a eso unidad? Por el contrario, aunque no tengamos nada personalmente en contra de los enemigos de Dios, NO debemos aceptarlos. Debemos rechazarlos tal como lo hace Dios. Ahora, permítanme ser claro: alguien que va a una congregación diferente a la de usted, y se adhiere a algún conjunto diferente de doctrinas, probablemente NO es el enemigo de Dios. Alguien que usted podría ver como una persona realmente mala debido a su inmoralidad no es necesariamente el enemigo de Dios. Dios define a Sus enemigos como aquellos que están en total rebelión contra Él hasta el punto que nunca serán elegibles para la redención; son aquellos a quienes ha marcado para la destrucción debido a su decidida inclinación en contra de Él, y que en cambio están con el Maligno. La mayoría de las veces tal vez no seamos capaces de discernir cuál es cuál desde un punto de vista terrenal, por lo que tenemos que ser muy cuidadosos en la forma en que elegimos. Y tenemos que errar en el lado del amor y la misericordia. Si alguna vez se necesita la guía de la Torá y el Espíritu en nuestra vida, es con este problema.

También entiende que desde una perspectiva Bíblica (y yo he cubierto esto detalladamente en lecciones pasadas) el ODIAR a alguien NO trata tanto sobre una enorme aversión emocional bordeando en el homicidio como tendemos a pensar en ello. Esto significa mucho más rechazar a fondo algo o alguien, o en algunos casos rechazar lo que esa persona cree o representa. El amor, por el contrario, es aceptar de todo corazón, en lugar de simplemente gustar a una persona en un nivel profundamente emocional (y por favor, no crean que estoy diciendo que la emoción no es parte de la ecuación, si lo es…… es mucho menos de lo que normalmente le atribuimos, por lo que hacemos del amor y el odio casi puramente emocional). Una persona que es “odiada” por Dios es rechazada por Dios. Una persona que es amada por Dios es aceptada por Dios. Y ese es el sentido del odio (y del amor) que necesitamos comprender al leer las Sagradas Escrituras, y es el sentido que (como creyentes) nosotros necesitamos emular.

Vamos a leer el restante de Deuteronomio 20.

LEER DEUTERONOMIO 20: 10 hasta el final

Este es un capítulo muy difícil. El mismo ha llevado a todo tipo de doctrinas y disculpas y racionalizaciones y malentendidos entre los creyentes. Es por eso que quería prepararte (al menos en menor grado) antes de continuar para asi poder obtener cierta perspectiva. Y, aquí hay un poco más de perspectiva.

Nosotros no tenemos que ponernos muy viejos antes de mirar hacia atrás nuestras vidas y ver que hubo oportunidades de oro para hacer algo importante, valioso y duradero, pero se perdieron. Y a menudo esa oportunidad nunca surge de la misma manera impactante. La razón es generalmente que se ha encontrado una encrucijada en el camino de la vida, y un camino nos pone en una pista, y el otro camino nos pone en una pista diferente.

Además, en un nivel superior, a medida que las sociedades evolucionan y cambian algunas prácticas y costumbres se perciben como antiguas y anticuadas y (excepto en los casos más extremos) son expulsadas para no volver a ser vistas.

Por lo tanto, lo que era posible en un momento de la historia (digamos, hace 300 años) ya no es posible hoy en día. La tecnología y la civilización han seguido hacía adelante.

Por ejemplo, ¿qué habría pasado a finales de los años 1930 si el mundo no hubiera decidido meter nuestras cabezas colectivas en la arena e ignorar lo que Hitler estaba haciendo en Europa? ¿Qué pasaría si hiciéramos lo que tantos líderes militares y líderes mundiales SABÍAN que nosotros debíamos hacer, pero no había ninguna voluntad política PARA hacerlo? Para empezar, la mitad de la población judía del mundo no habría sido asesinada. Cien millones de vidas humanas de decenas de naciones probablemente se habrían salvado, si SOLO hubiéramos aprovechado la oportunidad para detener a un loco antes de que se volviera tan poderoso que el precio de poner fin a su reinado de terror, sería una guerra mundial.

El mundo es un lugar diferente ahora (y no mejor me gustaría añadir), y no hay vuelta atrás. La oportunidad se perdió.

Bueno, Josué e Israel estaban a punto de recibir la oportunidad de exterminar una iniquidad inimaginable. Habría significado una destrucción a gran escala de los seres humanos hecha de una manera que consideramos tan bárbara y despiadada que es casi inconcebible. Sin embargo, el mundo de esa época operaba precisamente de una manera que la guerra de ese tipo era la norma, no la excepción… Era horrible, pero era habitual. Todo el mundo entendía las reglas de las sociedades tribales y la guerra constante, cómo iban y venían las naciones, y que la gente que moría en masa no era algo anormal. Los israelitas no sólo podrían haber expulsado a los no deseados de Canaán, sino que podrían haber destruido a los enemigos de Dios, el cual Dios instruyó a Israel a destruir si así lo deseaban; pero en su lugar optaron por ir por otro camino. Permitieron que los enemigos de Dios permanecieran y descubrieron el camino difícil de que, si eres amigo de Dios, entonces eventualmente los enemigos de Dios se convertirán en tus enemigos también (te guste o no).

Veamos si puedes ir a través de esta sección de Deuteronomio, con los ojos bien abiertos y listos para aceptar lo que Dios nos está enseñando sin juzgarlo. Primero, en el versículo 10 para que Israel ofrezca a una ciudad “paz” antes de atacar significa que le ofrecen términos favorables de rendición. No se trata de convertirlos en amigos. A esa ciudad se le da la oportunidad de simplemente abrir sus puertas al ejército de Israel y someterse. Ah, pero significa aún más. También significa intrínsecamente que el liderazgo de esa ciudad acepta formar parte de la comunidad de Israel. El NIVEL de cómo se integrarán en Israel depende de si están satisfechos de ser extranjeros residentes (parte de Israel, que viven en Israel y están sujetos a las leyes de Israel), pero NO se convierten en israelitas oficiales. Los extranjeros residentes son aquellos que desean conservar su identidad extranjera mientras que al mismo tiempo viven dentro de la comunidad de Dios. El otro extremo es que cualquier persona, incluyendo los mencionados en los versículos 10-15, que desea convertirse en un israelita (rechazar a sus propios dioses, su propia herencia, y tener una ceremonia de circuncisión) puede hacerlo libremente. Y al igual que en la sociedad de hoy, en ese entonces había sombras de gris entre estos dos extremos y esto determinaría su estatus preciso en la comunidad israelita.

Esas ciudades y aldeas que se rindieron cuando el ejército de Israel se acercó debían ser perdonadas.

Sin embargo, entonces se convertirían en un vasallo para Israel en el sentido de que (como extranjeros residentes) podrían ser obligados a trabajar en nombre de Israel y rendir tributo a Israel. Esto era en realidad términos normales y habituales de rendición a una fuerza más poderosa en esos días, aunque en la mayoría de los casos encontraríamos ese comportamiento inaceptable hoy en dia. Y no vamos a necesariamente concebir horribles bandas de gangas vistas por un cruel amo y gente medio hambrienta con los ojos hundidos, usando trapos y apenas sobreviviendo cuando piensas en esos extranjeros residentes como “trabajo forzado”. La Ley de Moisés va en detalle para exigir un trato humano a los esclavos y para dar derechos a los siervos. La misma es principalmente que el gobierno de Israel podría llamarlos de vez en cuando para hacer el trabajo y no tenían otra opción. Sin duda, algunos de los que se rindieron fueron entregados a familias individuales como sirvientes, dependiendo de las circunstancias.

El versículo 12 dice qué hacer si ese pueblo o ciudad se niega a rendirse y en su lugar decide luchar contra el ejército de Israel: esa ciudad debe ser puesta bajo asedio y luego cuando la ciudad cae, cada residente masculino debe ser ejecutado y todas las mujeres y “pequeños”, junto con el ganado y todas las posesiones de la gente, deben ser tomados como botín de guerra. Bastante duro; pero está a punto de empeorar aún más.

Tenemos que entender un par de puntos importantes; primero, cuando se refiere a todos los varones siendo ejecutados esto significa todos los varones ADULTOS. Esto generalmente se refiere a los hombres de 20 años de edad en adelante, aunque en este caso probablemente incluye a los hombres en su adolescencia porque la mayoría de las sociedades de Oriente Medio reclutaban a los hombres para sus milicias a los 16 o 17 años. El término “pequeños” (que deben ser perdonados) significa TODOS los niños, féminas y varones. Así que a los hebreos no se les ordenó exterminar a niños varones. En segundo lugar, cada pueblo y aldea tenía otra opción que (aunque desagradable para estar seguro) siempre estaba disponible para ellos: simplemente ellos podían empacar y salir antes de que Israel los atacara. En otras palabras, el pueblo de Canaán sabía muy bien lo que Israel estaba tramando, y estaban conscientes de ello cuando el ejército de Israel se acercaba a donde vivían, y sabían qué esperar cuando llegaran. Así que hubo mucho tiempo para mudarse de la Tierra de Canaán y comenzar una nueva vida en otro lugar con la única consecuencia de ser una pérdida de su tierra y probablemente un montón de dolor e interrupción.

El interés principal del Señor era vaciar la Tierra (Su tierra separada) de un pueblo inicuo que quería sacar para establecer allí el Reino de Dios. No hay instrucción de perseguir a aquellos que no pelearon, sino que simplemente huyeron ante los ejércitos de Israel o para matar a aquellos que se rindieron sin antes hacer la guerra.

El versículo 15 deja claro a CUÁLES pueblos y ciudades este trato en particular que he descrito se refiere: es para las ciudades y los pueblos que están distantes de la tierra que Dios está dando a Israel. Así que en general esto NO trata con esos lugares dentro de los límites de lo que se entendía ser Canaán, la tierra de la herencia de Israel (la Tierra Prometida). Estos pueblos y ciudades particulares estaban fuera de la Tierra de Canaán (en el Trans-Jordania, por ejemplo) y por lo tanto se les dio un conjunto diferente de opciones que para los habitantes de Canaán.

Por el contrario, las instrucciones bastante misericordiosas de los versículos 10-15 no estaban disponibles para aquellos que Deuteronomio 20 discute a continuación. Y estos se describen como “los pueblos de estas personas”. En un sentido general, “estas personas” son todos cananeos. Más en detalle hay un grupo de 7 naciones que Dios quiere erradicar. A diferencia del tema de los versículos anteriores, a estos cananeos no se les debe dejar vivir; ni varones, ni mujeres, niños, ni siquiera animales que han cultivado. AQUÍ es donde todo comienza a ponerse delicado.

Hay un grupo de 7 naciones que el Señor dice que son tan malvadas que no quiere que las expulsen, sino que las quiere muertas. Estas naciones son los hititas, emoritas, cananeos, perrizitas, jebusitas, girgashitas y amoritas. Por favor, ten en cuenta lo que acabo de decirle porque puede llegar a ser confuso. El término “Canaanitas” es a la vez un nombre general para cualquier persona que vive en la Tierra de Canaán, pero más técnicamente es una tribu o nación de descendientes directos del nieto de Noé Canaán por lo que desde un punto de vista genealógico y tribal ellos no están necesariamente relacionados con aquellas otras 6 naciones enumeradas. Este es el problema con las 7 naciones que representan a la mayoría de los habitantes de la Tierra de Canaán: adoran a dioses falsos, tienen prácticas abominables y se oponen firmemente a Jehová. Además, representan un grave peligro espiritual para Israel porque Israel está seguro de adoptar algunas de sus prácticas inicuas si se permite a estas personas paganas sobrevivir y mezclarse con la gente separada de Dios.

En otras palabras, estas diversas tribus cananeas representarían una mala influencia en los hebreos, que era un requisito incondicional de Dios para Israel aniquilar a estas personas sin tener piedad alguna. Es interesante notar (para que no tengamos la idea equivocada) que el verdadero problema NO era el sistema de creencias de los cananeos; más bien fueron sus prácticas rituales abominables que Dios tanto detestó. El que todas estas 7 naciones adoraran a los cuerpos astronómicos como sus dioses y diosas no se contaba en contra de ellos como necesariamente fatal porque en Deuteronomio 4 (y más tarde en el capítulo 32) nosotros vimos que Dios realmente ASIGNABA la adoración a las estrellas, la luna y el sol a ellos. Más bien el problema era la perversión sexual, el sacrificio de los niños humanos, el consumo de sangre y todas las demás formas de CONDUCTA infecciosa que el Señor no podía tolerar que existieran cerca de Su pueblo apartado.

Dado que la Guerra Santa TENÍA que ser hecha sobre estas 7 naciones que vivían dentro de la Tierra de Canaán y su destrucción iba a ser definitiva e inequívoca, Dios hizo algunas otras reglas para tratar asuntos que naturalmente ocurrirían en el proceso. Una regla se refería a cómo tratar los árboles que crecían fuera de las paredes de la ciudad amurallada cananea.

La guerra de asedio fue el método estándar para atacar ciudades amuralladas en esa época. La idea era que el ejército invasor rodearía la ciudad, cortaría los suministros de alimentos y tal vez su fuente de agua, y luego simplemente esperaría a que el hambre y la deshidratación hicieran su trabajo sobre los habitantes. Algunas ciudades tenían suficientes medios para construir las murallas de la ciudad alrededor de su suministro de agua para protegerla, y también para construir almacenes suficientes para tener un suministro sustancial de alimentos para los habitantes.

Así que la guerra de asedio podría ser un proceso MUY largo que ató al ejército atacante durante meses. Por lo que para acelerarlo varios métodos de atacar las formidables paredes de piedra fueron desarrollados.

Cuando pensamos en un asedio a menudo imaginamos a los romanos y sus altas torres sobre ruedas y sus catapultas y arietes con cubiertas protectoras y así sucesivamente; pero eso es un desarrollo mucho más tarde. La guerra de asedio anterior involucró dispositivos tan simples como escaleras para llevar a los soldados a la cima de las paredes. O podrían construir un fuego en la base de la pared, especialmente si la pared estaba hecha de bloques de piedra caliza porque la humedad atrapada dentro de la piedra caliza se convertiría en vapor debido al calor del fuego, y literalmente la roca explotaba, creando así un camino para el invasor entrara.

Invariablemente, un asedio implicaba el uso táctico de la madera para hacer las escaleras y avivar los incendios. El Señor le ordena a Israel que NO deben usar árboles frutales para asedio, porque esos árboles proporcionan alimento comestible y desafiaría el sentido común a destruir árboles frutales que pronto serán muy valiosos para Israel una vez que el enemigo sea sacado. Más bien deben utilizar SOLAMENTE los árboles que no son frutales para sus implementos de guerra de asedio.

Ahora, Israel no era estúpido y comprendieron bien el valor de los árboles frutales. Entonces, ¿por qué pensó Dios que tenía que decirles que no destruyeran sus propios recursos alimenticios, por así decirlo, evitando la destrucción de esos árboles frutales? Fue porque Israel estaba operando bajo la ley de herem. No te confundas: estoy diciendo herem NO harem. Herem literalmente se traduce como “prohibición”, mientras que un harén es una unidad social que consiste en un grupo de esposas y concubinas y sus hijos que pertenecen a un rey o soberano.

La Ley de Herem no es totalmente exclusiva de Israel. La meta para Israel, sin embargo, es que se trata de una Guerra Santa, y Dios es el Santo Comandante General de Israel, entonces todos los botines de la Guerra Santa le pertenecen a Él. Él decidirá lo que se debe hacer con el botín. Y como Dios no es un hombre que necesita oro o plata o exquisitas joyas, o tela hermosa, o alimentos suntuosos, o esclavos para hacer Su voluntad, entonces el único medio para dejar de lado estos artículos como solo de Dios, es hacerlos no disponibles para su uso por cualquier otra persona. Ya que están puestos a un lado para el Señor, estos objetos se consideran santos y, por lo tanto, ningún hombre puede participar en lo que es santo para Dios. Por lo tanto, todas estas cosas fueron destruidas porque pertenecían a Jehová.

Ahora podemos mirar este principio y rascarnos la cabeza y estar terriblemente molestos por el mismo. Pero esta es la ley de Dios. No dejes que te preocupe demasiado que no te haya gustado algo de lo que oíste hoy. A la mayoría de los eruditos cristianos tampoco les gusta, y hace mucho tiempo los sabios judíos y los rabinos encontraron que estas instrucciones estaban en conflicto con sus propias sensibilidades, por lo que comenzaron a escribir comentarios que tergiversaban el significado directo de lo que se ha dicho.

Tanto los eruditos cristianos como los rabinos judíos han encontrado estas leyes y mandatos sobre la Guerra Santa tan intolerantes, tan carentes de misericordia, tan duras y severas que parecía entrar en conflicto con sus (y nuestras) opiniones sobre el arrepentimiento y la esperanza expresada de que algún día todos vuelvan al Señor. En efecto, las doctrinas cristianas modernas y la Halakah judía han utilizado la interpretación y la alegoría para modificar y atenuar estos mandamientos de la Guerra Santa en deferencia a otros principios, más valorados y preferidos hechos por el hombre.

Tengo un amigo que a menudo me recuerda que preferiría no discutir asuntos del AT porque, a pesar de ser un creyente, la sangre derramada y la matanza y la crueldad atribuida a Dios lo hace terriblemente incómodo. Como muchos de mis amigos cristianos, el ÚNICO aspecto de Dios en el que realmente quieren pensar es el amor de Dios. He declarado muchas veces que esto no sólo es peligroso para nosotros, sino que también da una bofetada de idolatría cuando pensamos así, porque estamos dándole forma a Dios a nuestra imagen cuando hacemos eso. Dios tiene múltiples aspectos a Su naturaleza y cuando guardamos a los que nos gustan y eliminamos los que no, ahora estamos redefiniendo al Dios Todopoderoso. ¿Cómo puede existir la justicia si no hay límites y no hay consecuencias para violar esos límites? Negar el juicio y la ira de Dios como aspectos necesarios de Su naturaleza, es negar Su soberanía sobre nosotros, Sus criaturas creadas.

Esta es la cosa de la que podemos perder la pista: en un futuro muy cercano, la guerra más horrible que jamás haya caído en la humanidad ocurrirá. Será una guerra que la mayoría de los evangélicos pretenden esperar: la Guerra del Armagedón. En esa guerra todos los que afirman a Yeshua como Salvador sobrevivirán y todos los demás serán destruidos. Sin piedad. Sin excepciones. Ya el Señor ha identificado a los no creyentes como Sus enemigos, pero en Su misericordia ha determinado que algunos de ellos se arrepentirán y confiarán en Él, por lo que Él ha retenido el juicio final por un tiempo. Pero en la batalla de Armagedón ese tiempo ha pasado. No importa si millones de personas lanzan sus manos a los Cielos y gritan: “¡Oh, hemos estado tan equivocados! Ahora que veo al Mesías en Su increíble gloria, ¡creo!” Demasiado tarde. Ellos morirán a la separación eterna de Dios conociendo la verdad, pero incapaces de aprovecharse de ella. Una vez que se inicia la guerra santa final, la lista de aquellos que se definen como enemigos de Dios se graba en piedra y se cierra.

La Batalla de Armagedón operará precisamente sobre las reglas de la Guerra Santa como se describe en Deuteronomio 20 y 21, porque al igual que la conquista de Canaán la Batalla de Armagedón es una Guerra Santa iniciada por Dios y dirigida por Dios y será terminada por Dios. Nuestro manso y suave pacifista Mesías Jesús será nuestro líder en la aniquilación no solo de millones, sino de billones. Verás, de la misma manera en que la ley de Herem debe ser llevada a cabo por Israel en Canaán, así también será llevada a cabo por Yeshua y Su ejército de santos y ángeles en Armagedón. El botín de esta guerra, el pueblo, los animales, todo pertenece a Dios, el líder de la guerra, y para que ningún hombre pueda utilizar esos botines deben ser destruidos. Por lo tanto, tal como se ordenó para esas 7 naciones cananeas, así será para todo el mundo de los rebeldes: aniquilación total.

La próxima semana comenzaremos el capítulo 21 de Deuteronomio.