EL LIBRO DE LOS HECHOS
Lección 8, Capítulo 3
La semana pasada terminamos el capítulo 2 y comenzamos el capítulo 3 de Hechos. Y lo que observamos fue que cuando tomamos estos versículos en el contexto del Judaísmo del 2ndo Templo de la era de Jesús, y entendemos cuál era la mentalidad cultural y el telón de fondo para los personajes bíblicos involucrados y para el autor (Lucas), sólo entonces el significado puede brotar.
Por ejemplo; cerca del final del capítulo 2 de Hechos, Pedro utiliza el término “la promesa” como base para cómo él interpreta las obras y la persona de Yeshua el Mesías. Y la misma no está necesariamente en línea con lo que nosotros podríamos pensar. A menudo en el cristianismo se dice que lo que Pedro está tratando de decir es que “la promesa” se refiere al Nuevo Pacto en Cristo. Y por lo tanto, el Nuevo Pacto es unilateral; que es en el Nuevo Pacto sólo donde Dios tiene obligaciones. El Creyente no tiene ninguna. Sin embargo, de hecho, lo que Pedro está aludiendo no es al Nuevo pacto, sino más bien a uno mucho más antiguo: el Pacto con Abraham.
El término “la promesa” había sido durante siglos el apodo del Nuevo Pacto. Y de hecho fue una promesa a Abraham que fue unilateral; es decir, todas sus obligaciones recayeron en Dios. Sin embargo, el Nuevo Pacto es cualquier cosa menos unilateral ni es una promesa por el orden del Pacto Abrahámico. Por lo que Pedro establece unos requisitos muy específicos para tomar ventaja de la nueva dinámica traída por la muerte y resurrección de Yeshua. Primero, uno debe apartarse activamente de sus pecados. Segundo, uno debe regresar sinceramente a Dios. Y tercero, uno debe ser bautizado físicamente bajo la autoridad del Mesías Yeshua. Estas eran 3 condiciones estrictas para el perdón, y por lo tanto la salvación. Así que de hecho los creyentes en Jesús tenían, y siguen teniendo, obligaciones para pertenecer a la comunidad de creyentes.
En esa misma línea a menudo se dice que el Nuevo Pacto tiene que ver con la gracia, mientras que el pacto anterior (el Pacto Mosaico) se trataba de obras; esto es una falsa dicotomía. Ambos pactos se basaron en la gracia, porque ambos pactos se basaron en el concepto teológico de sustitución de una víctima inocente en lugar del culpable. La principal diferencia era que el pacto más antiguo requería la vida de un animal como sustituto cada vez que se necesitaba la expiación, mientras que el pacto más reciente requería la vida del Mesías como sustituto de una sola vez. Y, en cuanto a la Ley, ¿qué podría demostrar más gracia que para Dios dejar que la persona culpable viva mientras un animal inocente muriera en su lugar? Además, el arrepentimiento era igualmente necesario para ambos pactos. Un sacrificio animal sin arrepentimiento no era eficaz. El decir que uno cree en Yeshua para la salvación, pero sin el verdadero arrepentimiento, es igualmente ineficaz.
Lo que también vimos fue que el verdadero arrepentimiento (el tipo que proporciona el perdón de los pecados) es ante todo una acción. Debe haber cambios en la vida; meras palabras y sentimientos no lo harán. Las transgresiones pasadas deben llegar a un fin.
Luego, en el capítulo 2 versículo 39, nosotros tenemos a Pedro explicando a quién se le extendió ” la promesa”. Y su respuesta fue a los que estaban cerca y a los que estaban lejos.
En el contexto de esa época, y en la mente de Pedro, los que estaban cerca eran los judíos que estaban delante de él, y los que estaban lejos eran todos los judíos e israelitas de la diáspora. Él no estaba pensando, ni hablando de gentiles en este momento, y de hecho unos meses más tarde todavía él no estaba pensando que los gentiles iban a ser incluidos. Luego, en el capítulo 10 de Hechos, nosotros encontraremos a Dios usando una visión de en el sueño para finalmente transmitirle a Pedro que la promesa a Abraham debía extenderse a todas las familias de la tierra, no sólo a los judíos.
Hechos 10:34-35 LBLA
34 Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: Ciertamente ahora entiendo que Dios no hace acepción de personas,
35 sino que en toda nación el que le teme y hace lo justo, le es aceptado
Luego, aún en el capítulo 2, discutimos el concepto de partir el pan y descubrimos que no tenía nada que ver con una tradición cristiana que se formó pocos siglos después de la época de Pedro. Esa tradición fue inventada por la Iglesia Romana y llamada el Sacramento de la Comunión. EL partir del pan era una tradición judía común, establecida de mucho tiempo, de decir primero una bendición sobre el pan a la hora de comer, y luego literalmente partirlo en pedazos para pasarlo a los presentes. La comunión y el partir del pan no están conectadas de ninguna manera.
Por último, pasamos al capítulo 3 y a la historia del milagro sanador de un hombre lisiado. Acabamos de empezar la semana pasada y no pasamos mucho más allá de los primeros dos versículos, así que volveremos a leer este capítulo en su totalidad. Abre tus Biblias al capítulo 3 de Hechos.
Vuelve a Leer Hechos Capítulo 3
Los eruditos dicen que lo que está sucediendo en este capítulo es que Pedro está resumiendo su cristología. La cristología es una de las varias categorías y encabezados de temas que ayuda a definir cualquier teología sistemática cristiana en particular. Es una palabra grande que simplemente significa las doctrinas religiosas que pueden derivarse de la vida y las enseñanzas de Jesucristo. Y estoy de acuerdo en que la Cristología está definitivamente contenida en este capítulo. Sin embargo, lo que a menudo se mezcla con la cristología son entendimientos y doctrinas judías estándar derivadas de la Torá y de las tradiciones del judaísmo. Pero debido a que ocurren en el Nuevo Testamento, a menudo se piensa que estas creencias son algo nuevo que Yeshua enseñó (quizás incluso diferente de la Torá). Algunas de estas doctrinas son muy importantes, ya que son fundamentales para nuestra correcta comprensión del Mesías y de la redención. Así que nos tomaremos un tiempo para examinarlas.
Esencialmente lo que tenemos aquí en nuestra historia es un milagro divino para sanar a un lisiado, pero se hace con un propósito más grande que hacer que los cojos caminen. Se hace tanto como una demostración del poder sanador de Dios, a través de Yeshua, pero también le da a Pedro una plataforma para predicar y enseñar el Evangelio.
El lisiado estaba sentado en una puerta llamada la Puerta Hermosa que conducía a la Corte de las Mujeres; fue una de las entradas principales en el complejo del Templo. ÉL habría estado fuera de la puerta y no dentro, ya que los cojos se consideraban demasiado manchados para que se les permitiera estar demasiado cerca del mismo Templo. Ni siquiera se les permitió a los levitas y sacerdotes manchados dentro del recinto del Templo, ya que introducía la impureza ritual en el área sagrada. Este hombre lisiado era un mendigo porque no tenía otros medios para sobrevivir. Y debido a que tanta gente pasaba por esta puerta en particular, era un lugar de primera para rogar por limosnas. No debemos pensar que la mendicidad era de alguna manera una cosa mala; irónicamente el judaísmo en realidad vio dar a los mendigos como una manera de lograr el mérito ante Dios. Por lo tanto, había una mentalidad de que los mendigos servían un propósito importante en la sociedad judía al proporcionar un medio para que otros judíos practicaran un importante principio de la Torá: tzedekah. Tzedekah significa caridad. Mendigo y dador formaron una especie de relación simbiótica de tal manera que, si no había mendigos pobres y cojos, entonces los judíos no podían realizar la caridad requerida. En el tratado de Talmud babilónico Baba Bathra, leemos este extracto que bien resume cómo el judaísmo del segundo templo veía el darles a los mendigos.
En respuesta a las críticas de los gentiles que desafiaron el concepto judío de tzedekah en el sentido de que “si vuestro Dios ama a los pobres, ¿por qué no los apoya?”, los sabios hebreos respondieron: “Para que al darles seamos salvos del castigo del Gehinnom”. Gehinnom es otra forma de decir el Infierno. En otras palabras, tzedekah tenía un cierto componente de salvación en la mente de muchas autoridades religiosas judías de esa época, por lo que los mendigos eran necesarios para que pudieran hacer tzedekah.
Cuando este mendigo en particular vio a Pedro y Juan caminando a su lado, extendió la mano como de costumbre con la esperanza de algunas monedas. Sin embargo, en lugar de darle dinero, Kefa (Pedro) ofreció algo inesperado. Cuando leímos en el versículo 4 que Kefa y Yochanon (Juan) miraban al mendigo, esto no fue un resplandor de desaprobación; más bien deben haber sentido una unción del Espíritu Santo para hacer algo verdaderamente impresionante para este desafortunado individuo. El contacto visual es algo poderoso; mirando a los ojos de este mendigo, hicieron una conexión personal. Explican que no le darán dinero porque no tienen ninguno. Sin embargo, le darán algo valioso que sí poseen y son capaces de dar; algo aún mayor que la caridad.
Pedro extendió su propia mano y agarró la mano del lisiado y dijo: “En el nombre de Yeshua de Nazaret, ¡camina!”. Se adelantó al hombre, animándolo a ponerse de pie, y milagrosamente hizo justo eso. De hecho, después de sentir la sensación de estar de pie por primera vez en su vida, comenzó a caminar, y pronto comenzó a dar vueltas todo el tiempo alabando a Dios. Recordemos que no sólo nunca, desde su nacimiento, tuvo la capacidad de caminar, sus piernas habrían estado terriblemente atrofiadas. Así que el Señor no sólo reparó lo que estaba deteriorando su movilidad, también fortaleció instantáneamente esos músculos y ligamentos elásticos.
No es casualidad que se emplee el término “salto” para describir cómo reaccionó este antiguo lisiado.
Una profecía mesiánica bien conocida en la época de Pedro se encuentra en el Libro de Isaías que predice exactamente esto. Es un lirico tan hermoso como un Salmo de David y vale la pena leerlo por unos minutos.
LEER ISAIAS 35
Por lo que cuando el pueblo vio a este hombre lisiado desde su nacimiento saltando como un ciervo, muchos lo habrían reconocido como un cumplimiento profético mesiánico, que es, por supuesto, lo que Dios pretendía y de hecho así era. Y Pedro dejó claro que esta curación era en el nombre de Yeshua. Observe también que sólo después de haber sido curado entró el cojo en los terrenos del templo. Repito: ninguna persona manchada, ni siquiera levita, podía entrar en los terrenos del templo porque llevaba la profanación a la santidad del lugar. Así que por primera vez en su vida este hombre podía entrar en el Templo y ofrecer sacrificios de expiación en el Altar. Piense en eso por un momento; su condición paralizada también significaba que no tenía vía para expiar sus pecados. Qué gran cuadro esto pinta del propósito para la Ley de Moisés, el cual fue proporcionado para el pueblo lisiado de Dios como un medio para tener expiación por sus pecados; un medio que no había existido antes. Y más tarde, a través de Yeshua, se proporcionó un medio aun mayor para que todo el mundo lisiado de la humanidad expiara por nuestros pecados.
Tomemos un pequeño desvío en este momento para hablar de un tema desafiante que se menciona muy temprano en la Biblia como la Torá y continúa a lo largo del Nuevo Testamento; la relación entre el pecado y la enfermedad. Pido toda su atención y concentración porque esto no es fácil, por lo que no se habla a menudo en nuestras sinagogas e iglesias, excepto sólo en los términos más simples.
Dependiendo de los diversos puntos de vista de las denominaciones, cometer actos pecaminosos es o no es una causa directa de la enfermedad física. Y se pueden encontrar varios versículos bíblicos que apoyan cualquiera de las doctrinas. Este es un ejemplo de un pasaje que parece favorecer creer que los actos pecaminosos SI causan enfermedad.
LBLA Juan 5:1 Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
2 Y hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, un estanque que en hebreo se llama Betesda y que tiene cinco pórticos.
3 En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que esperaban el movimiento del agua;
4 porque un ángel del Señor descendía de vez en cuando al estanque y agitaba el agua; y el primero que descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba curado de cualquier enfermedad que tuviera.
5 Y estaba allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.
6 Cuando Jesús lo vio acostado allí y supo que ya llevaba mucho tiempo en aquella condición, le dijo: ¿Quieres ser sano?
7 El enfermo le respondió: Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras yo llego, otro baja antes que yo.
8 Jesús le dijo*: Levántate, toma tu camilla y anda.
9 Y al instante el hombre quedó sano, y tomó su camilla y echó a andar.
14 Después de esto Jesús lo halló en el templo y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te suceda algo peor.
Pero en otro pasaje que parece decir algo completamente diferente, leemos palabras que implican que el pecado no está necesariamente ligado directamente a la enfermedad o discapacidad.
LBLA Juan 9:1 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.
2 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que naciera ciego?
3 Jesús respondió: Ni este pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él.
Además, dependiendo de los puntos de vista de denominaciones, como Dios es capaz de sanar, entonces un Creyente ora Y busca ayuda médica, o debe uno solo orar y evitar la ayuda médica; la idea de que buscar a un humano que nos sane significa una falta de fe en Dios. Vamos a discutir estos asuntos porque es profundamente importante para nuestra historia y para nuestras vidas.
Lo primero que hay que saber sobre el pecado y la enfermedad es que desde una perspectiva bíblica ambos representan una falta de integridad (complexión). El pecado es la falta de integridad espiritual; la enfermedad es la correspondiente falta de integridad física. Y lo que aprendemos en las Escrituras es que la falta de integridad espiritual y física está conectada y trabajan mano a mano. También aprendemos de la Biblia que la falta de integridad es una afrenta al Señor, por consiguiente, Él que ha establecido reglas y regulaciones con respecto al mismo. De hecho, Jehová ha establecido una barrera entre Él y la humanidad y toda la humanidad no-íntegra, porque Él no puede tener nada que no sea íntegro en Su presencia, ya que la falta de integridad profana la santidad. Por lo tanto, el Cielo es un lugar dividido y separado (protegido) de todo el universo físico, y para los seres humanos el límite entre los dos no se puede cruzar sin que circunstancias muy específicas ocurran. Esas circunstancias son 1) nuestra muerte física, y 2) la justicia que nos imputa (los creyentes de Dios) por la gracia divina, y esto a través del hijo de Dios, Yeshua.
Por consiguiente, por ejemplo, cuando te dije que un levita o sacerdote con una mancha (como la falta de un dedo, o una quemadura sustancial, o un pie lisiado) no puede servir en el Templo, es debido a este principio de integridad. Esencialmente, el propósito de la redención es crear integridad en las personas que no son enteras; y todos nacen “no enteros, íntegros”, tanto espiritual como físicamente, a causa de la caída de Adán y Eva.
Permítanme decirlo de nuevo porque es uno de los principios bíblicos más críticos y menos hablados de Dios: la redención NO es la meta en sí misma; más bien la redención es el medio para la meta. El propósito y el objetivo de la redención es la restauración de la integridad a la humanidad.
Por consiguiente, cuando el pecado (un elemento espiritual) entró en el mundo físico, también lo hizo su contraparte, la enfermedad y la muerte. Una de las varias cosas pendientes que la muerte del Mesías Yeshua en la cruz hizo fue pagar o expiar no sólo por nuestros pecados (es decir, nuestras conductas equivocados o actitudes equivocadas que van en contra de la Torá), Su muerte sacrificial también pagó por nuestra condición de pecado, o nuestra naturaleza del pecado, con el que todos nacemos. Es decir, un recién nacido nace con una naturaleza de pecado antes incluso de tener la oportunidad de cometer un acto pecaminoso. El sistema levítico de sacrificios del altar SÓLO podía pagar por actos pecaminosos; no por nuestra naturaleza de pecado. E incluso entonces, no todos los actos pecaminosos podían ser expiados. La muerte de Cristo lo cubrió todo, así que de hecho es muy superior a todo lo que la muerte de un animal podría expiar. Pero permítanme también ser claro: la Ley de Moisés y el sistema de sacrificios que lo acompaña, utilizando animales para la expiación, funcionaron. Una y otra vez en la Torá después de explicar una ley, y cuál era el sacrificio necesario para expiar por quebrantar esa ley, se dijo directamente que siempre que el sacrificio se hiciera con una actitud de arrepentimiento, el pecador era perdonado. Sin embargo, tenía sus limitaciones.
Por consiguiente, la enfermedad es la manifestación física tangible de la condición espiritual invisible del pecado. Es una vez más un ejemplo de nuestro principio de la Realidad de la Dualidad; el mundo espiritual y el mundo físico que opera en paso de bloqueo. Nosotros obtenemos una ilustración dramática de esto en la Torá concerniente a Myriam, la hermana de Moisés.
Números 12:6-10 LBLA
6 Él dijo: Oíd ahora mis palabras: Si entre vosotros hay profeta, yo, el Señor, me manifestaré a él en visión. Hablaré con él en sueños.
7 No así con mi siervo Moisés; en toda mi casa él es fiel.
8 Cara a cara hablo con él, abiertamente y no en dichos oscuros, y él contempla la imagen del Señor. ¿Por qué, pues, no temisteis hablar contra mi siervo, contra Moisés?
9 Y se encendió la ira del Señor contra ellos, y Él se fue.
10 Pero cuando la nube se retiró de sobre la tienda, he aquí que Miriam estaba leprosa, blanca como la nieve. Y cuando Aarón se volvió hacia Miriam, vio que estaba leprosa.
Por consiguiente, la condición espiritual oculta de Miriam se hizo evidente en el exterior de su cuerpo para que todos la vieran: enfermedad en forma de enfermedad de la piel. Y así es lo mismo para toda la humanidad. Nos enfermamos físicamente porque estamos espiritualmente enfermos.
Y aunque ciertamente podemos mitigar parte de eso al no cometer pecados, no podemos mitigar completamente la otra parte, que es nuestra naturaleza del pecado. Esas naturalezas del pecado permanecerán con nosotros hasta que muramos; y entonces si somos creyentes algún día volveremos a la tierra con cuerpos glorificados que tienen diferentes naturalezas. Sólo entonces ya no seremos sometidos a la enfermedad, porque sólo entonces ya no seremos sujetos al pecado.
Otro pedazo de información interesante. La integridad, o restauración a la salud perfecta, es en el griego holoklerian. La misma significa llevar algo al bienestar y, por consiguiente, una salud completa. En la versión griega del Antiguo Testamento llamada Septuaginta, esta palabra raramente usada se refiere a un animal intachable que por lo tanto está calificado para el sacrificio debido a su solidez. Es decir, el animal es adecuado para ser utilizado por Dios porque es íntegro (entero). Funciona igual que los humanos. Un humano debe ser llevado a holoklerian, integridad, para ser utilizado para Dios.
Ahora bien, para la segunda parte del asunto del pecado y la enfermedad: como cuestión práctica, ¿qué debemos hacer los creyentes cuando inevitablemente nos enfermamos físicamente? La realidad es que la actitud bíblica hacia los curanderos, los hombres de la medicina y los médicos fue fuertemente negativa. En la Torá, por ejemplo, leemos esto sobre la curación de la enfermedad o lesión
Deuteronomio 32:39 LBLA
39 Ved ahora que yo, yo soy el Señor, y fuera de mí no hay dios. Yo hago morir y hago vivir.
Yo hiero y yo sano, y no hay quien pueda librar de mi mano.
Aquí hay otro ejemplo:
2Crónicas 16:12-13 LBLA
12 En el año treinta y nueve de su reinado, Asa se enfermó de los pies. Su enfermedad era grave, pero aun en su enfermedad no buscó al Señor, sino a los médicos.
13 Y Asa durmió con sus padres. Murió el año cuarenta y uno de su reinado.
Y en un refrán famoso de Cristo del libro de Lucas dice:
Lucas 4:23 LBLA
23 Entonces Él les dijo: Sin duda me citaréis este refrán: «Médico, cúrate a ti mismo»;
Había una actitud prevaleciente entre los hebreos tanto antiguos como en la época de Pedro de que practicar la curación era parte magia, parte medicina, y corto en milagro y fe. Los judíos eran de escépticos a temerosos de los médicos. Era el confiar firmemente en el poder sanador del Señor que los israelitas dependían. Los judíos despreciaban aún más a los griegos y a los romanos porque la ocupación del médico era habitual y normal en su sociedad helenística pagana; la medicina ya era una práctica antigua. Sin embargo, a partir de unos 100 años antes de Cristo, los médicos entre los hebreos comenzaron a avanzar y fueron vistos menos como herejes a la fe religiosa judía y cada vez más como una extensión de la mano sanadora de Dios en la tierra.
Así, incluso el autor del Libro de los Hechos, Lucas, un hombre llamado temerario de Dios que acompañó a Pablo en algunos de sus viajes misionales, es etiquetado explícitamente como médico. Y obviamente fue bien aceptado, ya que no hay evidencia de que tuviera que renunciar a su ocupación para unirse a la comunidad de creyentes.
Al igual que con todos los cambios dentro de una sociedad, la evolución de la actitud es lenta, por lo que ambos puntos de vista de los Médicos siendo contrarios a Dios y siendo un agente de Dios existían al mismo tiempo. En el Libro de Apócrifo conocido como Eclesiasticus y la Sabiduría de Sirach, capítulo 38, vemos que existe un ejemplo de esta actitud más aceptada de los médicos junto con la tradicional inclinación contra los médicos:
Deja el pecado, y ordena que las manos estén bien, y limpia tu corazón de toda iniquidad. Da a un Hijo Mío, en tu enfermedad no seas negligente, sino ora al Señor, y te sanará. Dulce sabor (un sacrificio animal) y un monumento de harina fina (la ofrenda habitual de Minchah que va con un sacrificio animal); y hacer una ofrenda de grasa…. (Pero) el que peca antes que su Creador déjale caer en manos del médico”.
Así que la idea es que, si una persona es justa ante el Señor, entonces debe buscar la sanación únicamente por el Señor. Pero si una persona era un pecador impenitente, entonces debería buscar un médico humano. Por lo tanto, había un reconocimiento de que los médicos podían sanar legítimamente, incluso si no eran muy respetados por los judíos más piadosos. Con el tiempo encontramos algunos rabinos bien conocidos convirtiéndose en médicos de renombre, especialmente cuando el pueblo judío comenzó a adoptar el punto de vista de que la medicina y la habilidad de un médico era en sí misma un don de bondad y provisión del Señor. Al final, tanto el judaísmo general como el cristianismo han decidido que la oración y la medicina son una buena combinación prescriptiva para luchar en contra de la enfermedad (aunque, en cuanto hasta que proporción es algo que no todos están de acuerdo en algunos casos, la medicina sigue siendo rechazada como una afrenta a Dios.)
Lo que esto nos dice, es que Pedro y Juan habían sido inmediatamente etiquetados como sanadores judíos por los judíos que presenciaron al hombre antes cojo llegar a ser completamente sanado. Los 2 discípulos trataron de desviar eso anunciando rápidamente que la sanación era una cuestión de fe en Dios, a través de Yeshua, y por lo tanto un milagro divino; ellos no eran médicos ni practicantes de la magia.
Continuaremos con hechos capítulo 3 la próxima vez y entraremos en principios doctrinales importantes adicionales introducidos por Pedro.