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Lección 17 – Éxodo 20

Lección 17 – Éxodo 20

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Éxodo 

Lección 17, Capítulo 20

El contenido de nuestro estudio para esta semana, la próxima, y probablemente unas cuantas más, es complejo y en ocasiones controversial. Pero, si decides enfocar tu mente en lo que vamos a discutir, y le pides a Dios, a través del Espíritu Santo, que te enseñe, creo que saldrás con un amor y un entendimiento más profundo de Jehová y de Su Palabra escrita. Así que mantente enfocado, ya que entraremos en un nivel de detalle que usualmente trato de evitar, ya que es tedioso y toca algunos temas que desafían algunos de nuestros pensamientos tradicionales evangélicos cristianos. Mi meta no es convertirlos en eruditos, artistas de debate bíblico ni revolucionarios de la Iglesia… sino más bien presentarles lo que Jehová ha revelado, claramente y literalmente, en Su Palabra escrita, aunque esto parezca haberse perdido entre las denominaciones. Quiero que sean ustedes quienes decidan cómo van a responder.

Si tu Biblia tiene un encabezado al inicio de este capítulo, es probable que diga "Los 10 Mandamientos". Y ciertamente, estos versículos de Éxodo, capítulo 20, son la fuente de lo que los cristianos han tenido por siglos como el credo que sirve de base para vivir una vida moral, ética y justa. Tanto en el judaísmo como en la cristiandad, los 10 Mandamientos son conocidos en círculos teológicos y de eruditos como el Decálogo.

Ahora, antes de continuar, tengo una curiosidad: ¿Cuántas personas aquí dirían que verdaderamente creen que los 10 Mandamientos son reales, válidos y, ciertamente, palabra de Dios para Su pueblo? ¿Cuántos de estos Mandamientos debemos, como Iglesia, el cuerpo de Cristo, obedecer? ¿Son los 10 Mandamientos una lista de la cual podemos escoger… tomar unos pocos que nos gusten y descartar los que no nos gusten? Así que, en general, casi todo el mundo aquí está convencido de que debemos ser obedientes a TODOS los 10 Mandamientos, ¿verdad? Solo quería saber.

Nuestros amados 10 Mandamientos son el comienzo de “dar la Ley”, como en ocasiones se le llama en círculos judíos y cristianos. Inmediatamente después de dar el Decálogo (las primeras 10 leyes), se da más Ley, y todo esto junto se conoce como el Pacto de Moisés, o Pacto Mosaico, o Pacto Sinaítico, o como comúnmente se le conoce en la Iglesia, el Antiguo Pacto.

El Pacto de Moisés es el segundo pacto mayor que Dios ha hecho con un grupo específico de personas, los hebreos. El primero fue con Abraham. Ahora, ciertamente hubo unos pronunciamientos hechos por Dios antes de Abraham, para Adán y Eva en el Jardín del Edén, y otro a Noé en lo que respecta al Gran Diluvio y la promesa de Dios de nunca más destruir el mundo mediante un diluvio. Algunos maestros y eruditos se refieren a esos conjuntos de pronunciamientos como pactos. No necesitamos entrar en debates teológicos sobre esto; para propósitos de esta clase, solo vamos a etiquetar tres pactos bíblicos como “pactos”: los Pactos de Abraham, Moisés y Cristo.

Algunos puntos destacados establecerán el marco de referencia para nuestra lección: primero, la referencia al Pacto de Moisés como el "Antiguo Pacto" es un nombre desafortunado e inapropiado, pues pinta un cuadro en el que la Biblia parece contener solo dos pactos de Jehová: el antiguo y el nuevo. Esta manera de pensar lleva a etiquetar las dos mitades de la Biblia como el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, dejando fuera el importante Pacto de Abraham, que es seis siglos MÁS ANTIGUO que el Pacto de Moisés. Segundo, cada uno de estos tres pactos fue hecho para sostenerse por sí solo, con sus propios méritos, mientras que al mismo tiempo están orgánicamente conectados. Todos trabajan hacia los propósitos divinos de Jehová. Y, tercero, estos tres *b’rit* (palabra hebrea para pactos) tienen todos una forma similar. 

Hablamos suficiente hace unos meses acerca de la naturaleza y forma de los pactos bíblicos, y el tiempo no me permite repasarlo nuevamente. Sin embargo, quiero señalar que uno de los elementos clave común entre los tres pactos es que cada uno tiene una señal asociada, dada por Dios, para aquellos que participan en los pactos. La señal para el Pacto de Abraham fue la circuncisión de los hombres; cualquiera que quisiera ser parte de ese pacto debía ser circuncidado, como señal exterior de haber aceptado los términos. La señal del Pacto de Moisés, como veremos en la Biblia, será el Shabbat, el Sabbath. Es decir, el OBSERVAR el Sabbath era, en parte, la señal interior y exterior de todos aquellos que aceptaban la Ley, los 10 Mandamientos y todas las otras leyes y reglamentos que formaban el segundo pacto de Dios. Si esperaban ser parte del pueblo separado y distinto de Dios, Israel, entonces observar el Sabbath era necesario como SEÑAL de aquellos que aceptaban el señorío de Jehová sobre sus vidas. El tercero y más nuevo de los pactos es el pacto de Yeshúa, Cristo. La señal para este pacto es el Espíritu Santo. Este es un pacto cuya señal no es exterior, sino interior, en la persona que acepta los términos y desea participar en el pacto de Jesucristo. Permítanme decirlo de otra manera: la señal de tu salvación es que estás en unión con Yeshúa HaMashíaj por medio del Espíritu Santo, que ha sido puesto en ti por Dios. Esta señal es tan invisible exteriormente como lo es Jehová.

Presta atención a una interesante evolución: la señal del primer pacto es en la carne, la circuncisión, una señal en el cuerpo. La señal del segundo pacto está en el alma (que contiene la mente y la voluntad), en la forma de la continua obediencia al Sabbath. Es una señal que tú HACES. La señal del tercer pacto está en el espíritu; Dios la pone dentro, o junto, a nuestro espíritu humano: Su Espíritu Santo. Es una señal que te CONVIERTE en una nueva creación.

Estudiaremos el capítulo 20 con mucho cuidado, porque uno de los retos más difíciles para la iglesia moderna, tanto colectivamente como a nivel individual, es desenredar siglos de doctrinas humanas sobre la verdad de las Escrituras de Dios. Lo que parece ser un pequeño cambio en una palabra o frase, con el tiempo, nos ha llevado a errores graves.

La creación de la Iglesia Anglicana y luego la Reforma Protestante (que ocurrió casi al mismo tiempo que la invención de la imprenta) llevaron a las masas de creyentes a tener acceso, por primera vez, a la Sagrada Escritura. Estos eventos fueron puntos de inflexión en la vida de la Iglesia. Hoy en día, también estamos viviendo en una era de grandes cambios dentro de la Iglesia, principalmente debido al acceso a conocimientos que antes estaban profundamente escondidos en las instituciones religiosas hebreas y cristianas. Los laicos pueden aprender sobre la estructura del idioma hebreo y los matices de la cultura antigua israelita; tenemos acceso instantáneo a documentos antiguos como el Concilio de Nicea, el Evangelio de Tomás (Gospel of Thomas), y escritos de antiguos padres de la iglesia como Orígenes, Eusebio y Jerónimo. Esta información no solo se encuentra en seminarios teológicos o en colecciones privadas en bibliotecas. Lo que descubrimos es que había agendas ocultas que influían en interpretaciones y enseñanzas bíblicas. También podemos encontrar los orígenes de algunas tradiciones de la Iglesia que, francamente, necesitan ser removidas de nuestras vidas. Entre esas agendas, lamentablemente, había un prejuicio contra cualquier cosa judía, y una disposición a comprometer las enseñanzas de Jehová con prácticas paganas.

Con respecto a nuestra lección de hoy, existen ciertas suposiciones básicas con las cuales casi todos hemos vivido toda nuestra vida cristiana, si no toda nuestra vida natural, acerca de los 10 Mandamientos, que junto con Yeshúa forman la base para la ética moral cristiana. Armados con el conocimiento que Jehová dice que obtendremos en los últimos tiempos, es el momento perfecto para examinar cuidadosamente algunas de estas suposiciones sobre el Decálogo.

Comencemos con el primer versículo del capítulo 20, donde dice en casi todas las Biblias: “Y (o luego) Dios habló estas palabras, diciendo…”.

La palabra en la cual me gustaría enfocarme está al final de ese verso; y la palabra es “palabra”. Quiero hablar un poco sobre esto, porque la palabra "P-A-L-A-B-R-A" es el término que Dios usa cuando se refiere a lo que ahora la Iglesia llama “los 10 Mandamientos”. Sin embargo, como podrás notar, en NINGÚN LUGAR en el capítulo 20 vimos que Dios le dé el título de “10 Mandamientos” a lo que Él le habla a Moisés. ¿Hace esto que los “10 Mandamientos” sean una doctrina en vez de una interpretación literal de la Escritura? ¿Es simplemente un NOMBRE creado por el hombre para una doctrina? ¿O, más bien, el título “10 Mandamientos” literalmente aparece en algún lugar de la Biblia? La respuesta a esta última pregunta es “no”.

Antes de esto, vamos a analizar en el hebreo original lo que la palabra "palabra" en Éxodo 20:1 quiere decir, ya que “palabra” es lo que Dios llama a lo que nosotros tradicionalmente hemos llamado los Mandamientos. El nombre académico formal “Decálogo” es la traducción griega de “10 Palabras”, NO de 10 Mandamientos. En hebreo, lo que nosotros traducimos al inglés como “palabra” es “dabar”. Dabar significa hablar; implica comunicar un pensamiento a través del habla audible. Dabar es una declaración, un movimiento de las cuerdas vocales o una palabra, como pensamos en la palabra “palabra” en el contexto de la comunicación oral, hablando un idioma. Nada en este término indica que sea un mandamiento. Dabar es más bien neutral: no caracteriza el contenido de las palabras; estas pueden ser de cualquier tipo.

Así que lo que se nos está comunicando en este primer verso del capítulo 20 es que Moisés NO recibió el Decálogo a través de inspiración divina; más bien, Dios en realidad habló todas estas palabras audiblemente, de una forma que los oídos humanos pudieran escucharlas. Dios dio estas palabras por medio de un oráculo, no de una inspiración. Gran parte de la Sagrada Escritura ciertamente se logra a través de Inspiración Divina, es decir, el Espíritu Santo conmueve a un hombre, sobrenaturalmente, en combinación con su mente para escribir algo verdadero, absoluto y divino, lo que Jehová consideró que ÉL quería que el hombre supiera acerca de Él, Sus planes y Su creación. Aquí, en Éxodo 20, no fue una inspiración divina sobre un hombre la que fue registrada: fue Dios hablando (que es el significado de la palabra “oráculo”) a Moisés e Israel en una voz audible, y lo que está escrito en la Escritura son las palabras exactas que Dios habló y el pueblo de Israel escuchó aquel día. Jehová quiso que este hecho quedara claro para siempre: que no solo Dios Mismo audiblemente pronunció esas palabras, sino que más tarde, con Su propio “dedo” (hablando en sentido figurado), Él esculpió esas mismas palabras en tablas de piedra para ser preservadas a través de la historia de la humanidad. El hombre, en ninguna de sus etapas, tuvo nada que ver con esto. Y, nuevamente, esto es totalmente diferente de la mayoría de la escritura bíblica, en la cual hay una colaboración entre Dios y el hombre.

Ahora, algunos sabios judíos podrían argumentar, en cierto grado, lo que acabo de decir acerca de Jehová hablando estas palabras. Una pequeña minoría diría que SOLO el 1er y 2do mandamiento fueron hablados directamente por Jehová a Moisés e Israel, y el resto Él solo los escribió en las tablas de piedra. Su razonamiento es que en los primeros dos mandamientos, Dios habló de Sí mismo en primera persona, lo cual no hizo en los otros 8. Por lo tanto, ellos sostienen que Jehová solo habló audiblemente los primeros dos mandamientos y nada más. Sin embargo, la Escritura indica que los 10 mandamientos fueron hablados en voz alta, y la gran mayoría está de acuerdo con esta posición.

Busca Deuteronomio 5:22 y léelo. Esto debería dejar bastante claro que Jehová habló las 10 Palabras en voz alta para que TODO Israel las pudiera escuchar; y el resto de la Ley se la dio a Moisés, pero NO en voz audible para que otros escucharan.

Ahora, respecto al título que la Iglesia tradicionalmente ha asignado, el cual sigue al verso 1: "Los 10 Mandamientos". No fue hasta más tarde, en Éxodo 34:28, que a este discurso de Dios para Israel (versos 2-17 de Éxodo 20) se le dio un título formal. Este título formal, en hebreo, es “eser dabar”. Ciertamente, eser es una palabra común en hebreo que significa el número 10; pero, ¿qué acabamos de aprender que dabar significa? Recuerda que el verso uno de Éxodo 20 dice: “Y Dios habló todas estas “dabar” (palabras), diciendo”. Dabar significa “palabra” o “palabras”, una declaración, un discurso. Así, en Éxodo 34:28, donde la mayoría de las Biblias dicen “los 10 Mandamientos”, la traducción correcta, que concuerda con Éxodo 20, es “las 10 Palabras”. Por lo tanto, la traducción griega más precisa que los estudiosos bíblicos utilizan es “Decálogo”… Deca, 10… logo, palabras.

Ahora, podrían decir: “¿Acaso eso no es ser demasiado técnico? Porque lo que sigue son ciertamente 10 instrucciones, 10 mandatos de Dios que debemos seguir, así que, ¿cuál es el daño de usar otro nombre?” Antes de abordar las razones de por qué etiquetar la mayoría de Éxodo 20 como “los Diez Mandamientos” presenta un problema, necesitan saber que después de Éxodo 34:28 hay solo otros DOS lugares en la Biblia donde el título “los 10 Mandamientos” es utilizado: en Deuteronomio 4:13 y 10:4, Y en todos los casos, la frase que se traduce casi universalmente en nuestras Biblias como “los 10 Mandamientos” en realidad en hebreo es “eser dabar”… literalmente, las 10 Palabras.

Para mostrar el problema que surge al traducir incorrectamente la palabra “dabar” (que simplemente significa palabra o palabras) como Mandatos o Mandamientos, necesito abordar primero otro asunto: la numeración de los 10 Mandamientos, o mejor dicho, las 10 Palabras.

Si tienen una “Biblia azul”, es decir, la CJB (Complete Jewish Bible), y están sentados cerca de alguien que no la tiene, por favor, compártanla mientras vemos Éxodo, capítulo 20. Verán en el margen izquierdo, antes de cada uno de los diez llamados mandamientos, una sola letra hebrea. Lo que realmente representan es números, porque en el sistema de escritura hebreo, las letras alfabéticas TAMBIÉN representan números. La primera letra en hebreo que ves es un aleph. Además de ser parte del alfabeto, aleph también representa el número “1”. La segunda letra (debajo de aleph) es la letra en hebreo “bet”, que también representa el número “2”. Este patrón continúa hasta la letra “yud”, que representa el número “10”. No es tan difícil de descifrar.

Ahora, entiendan que en el hebreo original, estos números hebreos realmente aparecen en el margen del texto, como pueden ver en la CJB. En los manuscritos hebreos más antiguos que tenemos (incluyendo los Rollos del Mar Muerto), a los 10 mandamientos, o 10 palabras, se les asignó un número hebreo antes del mandato en sí. La mayoría de nuestras versiones modernas han decidido quitar estos números de los mandatos o palabras.

Sin mirar ninguna de sus Biblias, ¿alguien recuerda lo que todos hemos aprendido en algún momento? ¿Cuál es el primero de los 10 Mandamientos o 10 Palabras? Casi siempre se enseña como “Yo soy Jehová tu Dios, no tendrás ningún otro dios delante de mí”. También lo he visto enseñado como simplemente “No tendrás otros dioses delante de mí”. Estoy seguro de que nadie aquí discreparía con eso.

Bueno, aunque puede ser difícil de entender, el problema comienza aquí mismo. Porque, si miran la Biblia CJB, verán cómo está en el hebreo original; y, ¿adivinen qué? Lo que siempre hemos pensado que es el 1er Mandamiento NO es el primer mandamiento. El primer mandamiento realmente es: “Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud”. “No tendrás otros dioses delante de mí” es el 2do mandamiento.

Además, en el hebreo original, lo que estoy enseñando ahora como el 1er mandamiento (en nuestras Biblias, generalmente en el verso 2) lee más correctamente: “YO soy Jehová tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud”. Así es, donde casi todas las Biblias traducen “Yo soy el Señor tu Dios”, el hebreo original literalmente dice “Yo soy Jehová tu Elohim”, usando ambos nombres personales de Dios y Su título en el texto.

Hace unas semanas mencioné brevemente esta anomalía sobre el primer mandamiento que conocemos NO siendo el primer mandamiento que se nos ha enseñado usualmente. El hecho es que el primer mandamiento original fue eliminado de la versión cristiana de los 10 Mandamientos (aunque no ha sido eliminado de nuestras Biblias; simplemente no se considera el primero de los 10 Mandamientos). Después de esa clase, algunos de ustedes me dijeron: “Bueno, sí, pero lo que tú llamas el 1er mandamiento ni siquiera califica como un mandamiento porque es una declaración, como una especie de preámbulo, así que no pertenece en la lista de los 10 Mandamientos”. Bueno, eso suena bastante razonable, excepto por una cosa: como acabamos de aprender, Dios nunca JAMÁS llamó al contenido de Éxodo 20 “los 10 Mandamientos”. Más bien, SU título es “las 10 palabras.

Hoy en día, la lista bíblica de los Diez Mandamientos, como aparece en la Sagrada Escritura, es la que observan los judíos; mientras que los cristianos usan una versión que elimina el primer mandamiento de esa lista, o como solemos llamarlo, la primera “palabra”.

Ahora, una pregunta razonable sería: ¿Cuál fue el motivo para que los líderes cristianos primitivos eliminaran el primer mandamiento, y para que los líderes cristianos posteriores continuaran esta práctica? ¿No parece una contradicción? En realidad, tiene sentido.

Pensemos por un momento en lo que hemos aprendido sobre los comienzos del cristianismo. Sabemos que comenzó estrictamente como un movimiento judío, enfocado en el judaísmo y en la búsqueda de un Mesías judío. Y, ciertamente, el Mesías judío vino: era y es judío, nacido de padres judíos en Tierra Santa, y todos sus primeros seguidores también eran judíos. Sin embargo, poco después de la muerte de Yeshúa, los gentiles comenzaron a unirse al movimiento de Jesús, y en pocos años su número creció, principalmente gracias al trabajo del apóstol Pablo. Aunque durante varias décadas después de la muerte de Yeshúa el movimiento cristiano seguía bajo liderazgo judío, no fue hasta después del año 100 d.C. cuando el número de gentiles que aceptaban a Yeshúa como su Señor y Salvador igualó o superó al de judíos. A medida que esto sucedía, los gentiles comenzaron a tomar control de la iglesia temprana. A mediados del siglo II d.C., los gentiles ocupaban posiciones de autoridad en la iglesia y surgió una mentalidad antijudía que buscaba minimizar la influencia judía en la iglesia. El primer centro del cristianismo fue Jerusalén, porque era el centro de la adoración judía. Más tarde, el centro del cristianismo se trasladó a Roma, el núcleo del mundo gentil.

A principios del siglo IV d.C., el emperador romano Constantino no solo declaró el cristianismo como la religión legal del Imperio Romano, sino que lo favoreció personalmente. Además, la iglesia se convirtió en un club exclusivo para gentiles, y a los judíos se les prohibió participar a menos que renunciaran a su herencia y tradiciones judías.

Fue la Iglesia Romana, ahora conocida como la Iglesia Católica, la que declaró oficialmente los Diez Mandamientos como uno de los pilares del cristianismo. Al crear su lista oficial, excluyeron el primer mandamiento, la primera palabra según la Sagrada Escritura, y comenzaron con el segundo mandamiento. Hicieron algo similar a lo que los judíos habían hecho después del exilio en Babilonia: tomaron el segundo mandamiento bíblico y lo dividieron en dos. Así, la primera mitad del segundo mandamiento se convirtió en el mandamiento #1, y la segunda mitad, en el mandamiento #2. Es decir, lo que originalmente era un solo mandamiento se convirtió en dos. Nuestro tradicional primer mandamiento es “No tendrás otros dioses delante de mí”, y el segundo es “No harás imagen alguna”. Sin embargo, en la escritura original esos dos mandamientos juntos formaban uno solo: el segundo mandamiento original. En esencia, los Diez Mandamientos de la iglesia incluyen solo nueve.

¿Por qué hizo esto la Iglesia Romana? En tiempos de Constantino, la iglesia quería eliminar cualquier conexión entre el cristianismo y el judaísmo. Querían romper cualquier lazo con los judíos y la nueva fe cristiana gentil. Buscaban eliminar cualquier pensamiento o principio que conservara algún elemento judío en una religión exclusiva para gentiles. Si hubieran mantenido el primer mandamiento original, habría sido un obstáculo para su agenda antijudía, al reconocer que Dios dio estos Diez Mandamientos, junto con cientos más, a Israel (no a los gentiles) cuando los liberó de Egipto. Además, como pasaron siglos antes de que las masas pudieran leer la Sagrada Escritura, cualquier decreto de la Iglesia se consideraba la verdad. Al omitir cualquier referencia a Israel en los Diez Mandamientos, se fortaleció la idea de que el cristianismo no era para los judíos.

Debemos reconsiderar el término "Diez Mandamientos", un nombre creado para la lista en Éxodo 20, que a menudo resulta inexacto. Sería beneficioso ajustar esta lista e incluir nuevamente la primera palabra. También es importante entender que, debido a una agenda antijudía en la iglesia desde antes de Constantino, algunas traducciones clave de las Escrituras se han realizado de manera algo sesgada, reemplazando “Palabra” por “Mandamiento”. De hecho, en hebreo hay una palabra para mandamiento: “mitzvá”, que en realidad significa una resolución dada por Dios.

Cuando avancemos al próximo capítulo de Éxodo, el capítulo 21, encontraremos otra frase clave para entender lo que comúnmente llamamos “la Ley”, que estaba a punto de ser dada a Moisés en el Monte Sinaí. Esta frase, aunque no necesariamente está mal traducida, suele transmitir una impresión incorrecta, especialmente en la sociedad occidental, sobre el propósito de la Torá. Esto ha contribuido a una percepción negativa en general de la Torá y, en cierto grado, de todo el Antiguo Testamento.

El capítulo 20 de Éxodo registra las Diez Palabras dadas a Moisés en el Monte Sinaí. Estas establecen el contexto para la llamada “Ley” que se entregaría a Moisés e Israel. Sin duda, las Diez Palabras eran especiales y estaban por encima de las demás leyes. Si pensamos en ellas no solo como mandamientos, ¿cómo podemos caracterizarlas mejor? Sugiero verlas como "declaraciones" y "principios", que forman la base para toda la Ley que seguiría. Las 613 leyes (las primeras diez siendo el Decálogo o las Diez Palabras) que Dios dará a Israel son, en esencia, cómo vivir conforme a los principios de estas Diez Palabras. Las demás leyes operan dentro del marco de las Diez Palabras, así como todas nuestras leyes deben operar dentro de los principios de la Constitución para ser válidas.

Era comúnmente aceptado en tiempos de Yeshúa que no solo toda la Ley operaba dentro de los principios de las Diez Palabras de Éxodo 20, sino que ellas mismas estaban sujetas a un principio mayor: amar a Dios con todo el corazón, mente y fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo. (Mateo 22:35-40). Este principio mayor no se formula por primera vez en el Nuevo Testamento, sino que ya aparece en la Torá, en Deuteronomio 6:5. De hecho, gran parte del Nuevo Testamento consiste en citas del Antiguo Testamento.

Con esto como trasfondo, la próxima semana comenzaremos a explorar las Diez Palabras de Éxodo 20, los diez principios originales que sustentan las leyes posteriores.